Del pantano, sin mancharse

Desde su nombraminto el martes como presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado, mucho se ha publicado sobre el magistrado Antonio León Ruiz.

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Desde su nombraminto el martes como presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado, mucho se ha publicado sobre el magistrado Antonio León Ruiz.

Hizo énfasis el decano periodista Rubén Vizcaíno en el hecho de que el acuerdo de unanimidad alcanzado no puede concebirse sin la intervención –lo decimos en el sentido del buen oficio de estadista; no en el nefasto para el que mejor vendría el vocablo de intervencionismo– del gobernador Carlos Joaquín González, pues entre puros togados la sucesión parecía más bien una cena de negros. No fue un atropello a la autonomía, sino un arbitrio calificado cuya intención estaba lejos de pretender predominio sobre el tercio jurisdiccional del Estado, buscando la estabilidad, gobernabilidad y fortaleza institucional.

La prueba es que los magistrados no se inclinaron por una de las postulaciones ponderadas como más cercanas al jefe del Ejecutivo, sino por una personalidad que se identifica más con el senador Félix González Canto y que deviene en línea directa de las presidencias de los excelentes juiristas Joaquín González Castro y Lizbeth Loy Song Encalada, y muy a pesar de haber sido considerado delfín del repudiado y señalado de corrupto todavía magistrado Fidel Villanueva Rivero.

Antonio León es un abogado muy preparado y funcionario por demás trabajador, que cuenta no sólo con el aprecio de la mayoría de sus colegas –casi de todos, sino es que de todos–, pero el tino institucional, amén de su “sana distancia” con el Poder Ejecutivo, radica en la experiencia de más de dos décadas del recién ungido, primero como secretario particular de González Castro, cargo que repitió en la presidencia de Song Encalada, y luego como magistrado de número, con el valor agregado de haber sido integrante del Consejo de la Judicatura, órgano responsable de la muy compleja estructura administrativa y de recursos humanos de la institución.

Más relevancia tuvo la elección de ayer en vista de que los magistrados “joaquinistas” eran bastante buenas opciones y los por lo menos tres grupos en pugna por el monopolio del mallete tenían importantes apoyos políticos y de intereses de toda índole. El diablo no está en los detalles, sino en el billete.

Adicional a lo ampliamente comentado en diversidad de espacios, diremos que Antonio León es una de las personas más cultas de su comarca chetumaleña por adopción –nació en Cozumel–, es muy sensible a los males que afectan a nuestra sociedad –en el caso de la impartición de justicia, grandes rezagos judiciales debidos principalmente a la abulia del banal Fidel Villanueva– y posee un perfil claramente progresista.

Antonio León fue percibido que el ave que cruzó el pantano de la corrupción fidel-villanuevista sin mancharse, y ahora es, con abundancia de méritos, magistrado presidente.

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