Videojuegos, realidad virtual y adolescencia

¿Se imagina un universo en que él mismo no sea lo más interesante?

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¿Se imagina un universo en que él mismo no sea lo más interesante? ¿Un mundo en que lo imaginado sea más importante que lo real? ¿Una realidad que se caracterice por ser virtual?

Hasta hace unos pocos años se pensaba que el desarrollo del cerebro terminaba en los primeros años de vida. Se suponía listo desde muy pronto para organizar las experiencias de las personas, quienes disponían de esta computadora cuya pre-programación garantizaba un ajuste con la realidad.

Ahora se sabe que muchas regiones cerebrales se siguen desarrollando hasta bien pasada la adolescencia. También se conoce que el medio influye de una manera determinante en su desarrollo: el cerebro debe estar expuesto a estímulos visuales o auditivos para que se establezcan las conexiones necesarias. En otras palabras, ahora se cree que el cerebro ni está pre-programado ni listo para usarse sino en un plan de desarrollo sostenido hasta la edad adulta.

Esto es especialmente cierto en áreas cerebrales de importancia capital, como son las cortezas prefrontal y parietal, que se encargan de la toma de decisiones, el control, la planeación, el autoconocimiento y la comprensión social, áreas que están en fuerte transformación durante la adolescencia, con cambios de conexión, reconexión y desconexión.

Durante este periodo, el cerebro adolescente es particularmente sensible a los estímulos del medio, que dirigen esta transformación.

Existe entonces una gran preocupación por las muchas horas que las y los jóvenes invierten conectados en línea, particularmente a videojuegos. No hay duda de que estas actividades lúdicas mejoran habilidades cognitivas, como la memoria y la concentración visual. Sin embargo, no sabemos cómo afectarán el desarrollo general del cerebro adolescente. Se teme que se conformará de una manera muy distinta a como ha ocurrido en el pasado, una en la que los jóvenes adultos tendrán dificultades para diferenciar lo imaginario de lo real.

El problema de fondo estriba en que la tecnología de los videojuegos se ha vuelto tan realista, de inmersión total en tres dimensiones, que es posible que durante este periodo de desarrollo cerebral los estímulos del medio natural serán suplantados por los de los mundos virtuales. Y si estos estímulos están dirigidos a partes de nuestro cerebro dedicadas exclusivamente a la supervivencia y la agresión, como en cualquier videojuego de guerra, entonces tenemos un gravísimo problema: los adolescentes no sólo tendrán dificultades para diferenciar lo real de lo imaginado sino que además lo “vivido” será grotescamente violento. Repensemos los videojuegos.

*Maestría en Innovación y Gestión del Aprendizaje, Universidad del Caribe (https://pupitresletrasycerebros.blogspot.com/)

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