Estudiante que espera… desespera

Según la agudísima observación del sociólogo de la educación Philip Jackson...

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Según la agudísima observación del sociólogo de la educación Philip Jackson, el estudiantado de la década de los setenta pasaban la mayor parte del tiempo esperando… A que llegara su profesora, a que les entregaran sus exámenes corregidos, a que la campana los liberara del tedio escolar. Mónica Martínez y Dennis McGrath aseguran que, cincuenta años después del famoso estudio sociológico de Jackson, las y los estudiantes siguen esperando, pero a que el sistema educativo, que han dejado atrás, los alcance. Esto sí es nuevo.

Otra forma de decirlo es que antes la cultura era heredada de una generación a la siguiente, pero ahora la situación parece haberse invertido: la juventud está generando cultura por su cuenta, rompiendo la tradicional línea de herencia, por medio de sus teléfonos inteligentes, tabletas, pads y laps. Publican, colaboran en línea y están conectados todo el tiempo. Lo que no asegura ni la calidad ni la satisfacción que buscan. La razón es sencilla, los jóvenes necesitan a las generaciones anteriores, pero estamos ausentes de sus espacios.

Esta juventud, a diferencia de las de generaciones anteriores, no está interesada en saber, sino en aplicar y disfrutar lo que sabe. Quieren hacer muchas cosas con lo que aprenden y quieren hacerlas ahora.

Por eso nuestros estudiantes actuales no pueden seguir esperando, ni mucho menos pueden seguir esperándonos. Es claro que ya no necesitan instrucciones directas y autoritarias, ni memorizar nada para demostrar que saben. Lo hacen poniéndose en movimiento, agarrando al tigre por las orejas. Lo que sí necesitan quizá no lo están recibiendo: guía y apoyo para convertirse en aprendices autónomos y motivados.

Para Martínez y McGrath, lo que nuestro estudiantado requiere es profundidad en su aprendizaje. Siguen necesitando conocimientos acerca del mundo, como siempre, pero ahora es más importante ser crítico frente al alud de información, ser capaz frente a problemas complejísimos que requieren necesariamente de colaboración y ser buenos comunicadores frente a un universo de culturas en permanente contacto. Lo más importante, deben estar muy bien preparados para ejercer una ciudadanía responsable, tanto en su país como en el mundo.

Para lograrlo, estos dos educadores señalan la necesidad de vincular estrechamente a estudiantes y profesores en comunidades de aprendizaje; de acabar con planes de estudio que parecen menús de cafetería, con materias sueltas a escoger desde el antojo, en lugar de integrarlas según la relevancia que tendrán en su vida futura; finalmente, de voltear a las instituciones educativas como calcetines, de adentro hacia afuera, para que siempre miren al mundo real. Y como nuestros jóvenes ya han adoptado las tecnologías de información y comunicación a su diario vivir, de una forma personalísima, de dejar de tratarlos como una multitud amorfa.

Quizá así las y los estudiantes dejen de estar esperando. Y desesperándose de nuestro retraso y ausencia.

* Departamento de Desarrollo Humano, Universidad del Caribe (https://pupitresletrasycerebros.blogspot.com/)

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