Estudiantes aislados, aburridos e inseguros… nunca más

¿Qué quieres aprender?, ¿qué deseas hacer mejor?, ¿en qué eres bueno?..

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¿Qué quieres aprender?, ¿qué deseas hacer mejor?, ¿en qué eres bueno?, ¿qué sabes? Acostumbro hacer estas preguntas a mis estudiantes. Las respuestas son asombrosas. Primero, porque muchos jóvenes se sorprenden; no saben qué contestar. Segundo, porque otros inmediatamente lo hacen, con respuestas propositivas y llenas de entusiasmo. ¿Cuál es la diferencia entre ellos? Quizá el hecho de que pertenezcan, o no, a una red de relaciones humanas que proteja al mismo tiempo que motive a aprender y esforzarse.

Deseamos estudiantes autónomos, responsables de su aprendizaje y capaces de colaborar en la solución de problemas complejos. Esto no lo puede hacer ningún estudiante ni profesor en el aislamiento: la responsabilidad del aprendizaje es colectiva. Lo que buscamos, y tanto necesitamos, se llama comunidades de aprendizaje.

¿Qué se necesita para formar una comunidad donde todos sientan, simultáneamente, comodidad y desafío? Además de una fuerte dosis de confianza, se requiere de rituales de pertenencia, recordatorios frecuentes de que es posible crecer para tener éxito y un entorno que ayude a romper con la apatía y la pasividad. Todo esto debe estar presente en la forma cotidiana de pensar en la escuela.

Una cultura escolar así es producto del aprecio y respeto mutuos. Muchas investigaciones han demostrado que el buen desempeño académico está ligado a la experiencia de confianza, producto del aprecio respetuoso. Estos valores son fundamentales pero insuficientes: además es necesaria la expectativa de que la calidad y profundidad académicas están al alcance de todos. Una atmósfera de sana exigencia.

Afortunadamente, los rituales de ingreso a las escuelas han dejado de ser violentos, como las iniciaciones preparatorianas en que los estudiantes más antiguos rapaban o maltrataban a los nuevos. Sin embargo, esto no quiere decir que las ceremonias de ingreso deban desaparecer. Todo lo contrario, estos ritos disruptivos pueden ser muy beneficiosos cuando promueven la construcción de relaciones solidarias, respetuosas y amistosas con el estudiantado de grados superiores y con el profesorado. Es necesario recuperarlos.

Nada de esto es posible en un contexto aburrido que no promueva relaciones humanas significativas, como los tradicionales salones con hileras de pupitres que miran al escritorio de su profesor. Es necesario innovar en el mobiliario y equipamiento de las escuelas: mesas colectivas, sillas cómodas, estaciones de trabajo que promuevan el diálogo y la colaboración, entornos coloridos e interesantes... En un medio así, las respuestas de nuestros estudiantes a las preguntas de inicio nos sorprenderán, pero por mejores razones.

*Departamento de Desarrollo Humano, Universidad del Caribe (https://pupitresletrasycerebros.blogspot.com/)

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