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¿Por qué se da tanta importancia a la creatividad? Porque todo cambia y las viejas soluciones dejan de funcionar. La innovación —la capacidad para diseñar, modificar o inventar— es uno de los mayores contribuyentes a la riqueza de cualquier país. Por eso está en el centro del debate educativo: ¿Es posible enseñar la innovación?

La innovación no sólo tiene importancia económica y social. En lo personal, poseemos la capacidad natural de crear para aportar a nuestra cultura. Ser creativo es parte de nuestro derecho a la educación: la actualización de todas nuestras potencialidades humanas.

Si deseamos fortalecer la innovación desde lo social y lo económico, debemos incluirla, en lo personal, en las metas educativas. Pero si la creatividad es una capacidad intrínseca, como la de sentir, ¿cómo se puede enseñar? Es necesario enlazar creatividad con innovación.

Para Rósa Gunnarsdóttir, en Islandia —donde el desarrollo de la creatividad es tan importante como el de la democracia o la salud— la educación para la innovación surge como una de las mejores formas de aprender cualquier cosa. Así, promover la innovación no solo trae progreso, además es una excelente manera de mejorar la motivación del estudiantado.

¿Cómo lo hacen en Islandia? Empiezan por definir sus términos: Crear es la capacidad personal para producir algo de la nada, para establecer algo por primera vez; innovar, por el otro, es la capacidad social para integrar esta creatividad a necesidades sociales y apoyos humanos en el diseño, modificación o invención de cualquier cosa.

No se puede enseñar directamente la creatividad pero es perfectamente posible, y muy deseable, facilitar en la escuela el importante proceso de la innovación. Lo principal ya está allí: nuestra capacidad creativa. Solo necesitamos aplicarla a lo que requerimos, en colaboración. Esto sí es posible enseñarlo: El rol del profesorado es el de servir de andamio para el esfuerzo creativo de sus estudiantes.

¿Cómo se puede hacer? Estudiantes y profesoras analizan los problemas que tienen; luego proponen soluciones; a continuación, los estudiantes hacen modelos y prototipos de sus mejores propuestas; finalizan con presentaciones públicas de sus resultados o, mejor aún, con una patente o un producto. Así se enseña la innovación en Islandia: apoyando la creatividad natural del estudiantado. ¿Nos servirá su experiencia como modelo?

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