Por Rafael R. Deustúa

“Es bueno tener un James Bond, pero dos siempre son mejor que uno”, fue la lógica detrás de la legendaria serie televisiva “El hombre de CIPOL” de los años sesenta cuando los superagentes secretos eran la moda y una opción ideal para resucitar en estos días de añoranza. Guy Ritchie ofrece una buena cinta, pero los directores de casting y arte hacen de ella “Ken y Ken vs. Freddy Mercury y París Hilton”.

En plena Guerra Fría el sargento Napoleón Solo rescata de Berlín del este a la bella hija de un especialista en misiles desaparecido, para que lo ayude a encontrarlo. Durante la operación se enfrenta a un agente soviético particularmente tenaz y capacitado, con quién sus superiores lo emparejan en una operación conjunta de las superpotencias, pues hay una organización criminal nazi que amenaza a ambas.

“Rockanrolla” y “Snatch” son prueba de la original visión de Guy Ritchie para el cine de acción, pero aunque ahora no emplea ése estilo sí logra una gran fluidez narrativa y da un tono ácido al humor y diluye un poco la idea de que se está viendo una cinta que es “totalmente palacio”, pero definitivamente el diseño estético es demasiado parecido a un comercial.

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No es problema que los protagonistas sean bien parecidos, casi todos lo son, pero si todo el tiempo parecen caminar por una pasarela de moda pierden credibilidad, que es lo que pasa con Henry Cavill Armie Hammer y Alicia Vikander. Los villanos, Elizabeth Debicki y Luca Calvani, no son la excepción pero el diseño de sus personajes los hace idénticos a París Hilton y Freddy Mercury.

Si no fuera por Ritchie la cinta parecería las aventuras que una niña imaginó mientras jugaba con sus muñecas; gracias a él tenemos una divertida comedia de acción sobreestilizada.

Las actuaciones son sencillas, a la altura de la plasticidad de los personajes, pero Hammer destaca como el agente ruso aunque todos tienen algún momento para lucirse. Un personaje en sí mismo es la música, donde tenemos una extraordinaria selección para ambientar cada momento y que se antoja escuchar después.