El arte de las verdades virales

Las mentiras son muy fáciles de descubrir pero las verdades a medias no...

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(Pxhere)
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Las mentiras son muy fáciles de descubrir pero las verdades a medias no, e incluso éstas pueden pasar como un hecho irrefutable para aquél que sólo busca leer lo que reafirme sus convicciones… y tristemente eso es justo lo que abunda en redes sociales.

La pandemia, la cuarentena, las restricciones sanitarias y de movilidad nos han dejado con algo que muchos creímos perdido: tiempo para pensar y estar con nosotros mismos. Durante los primeros meses todo parecía “cool”; las redes sociales estaban ahí para entretenernos mientras pasaban los días y el coronavirus hacía de las suyas.

Un poco de humor acá, información en un post, un retweet y un me gusta se convirtieron en la mejor forma de “poner nuestro granito de arena” durante el encierro. Pero todo tiene un límite.

El confinamiento nos colocó a todos a merced de las verdades a medias. Obligados por nuestra inacción a permanecer pegados al teléfono éste se volvió la única fuente “confiable” para informarnos de lo que sucedía en el mundo durante la primera ola de contagios. Las historias reales se compartían hasta que dejaron de ser agradables para los usuarios cansados de estar encerrados y ¡Eureka! ¿Qué es lo que el usuario quería leer en ese momento? Noticias que le permitieran rebelarse a las medidas de distancia social. No tanto para hacerlos violar la ley, sino para plantar cara, dudar y difundir bulos y medias verdades que confundieran a otros usuarios promedio.

De repente las redes dejaron de ser entretenidas porque descubrimos que la mayoría no pasamos de ser meros consumidores de contenido y éste terminó siendo el mismo de ayer, el de hace una semana o incluso de hace meses.

La diversión que nos mantuvo cuerdos tanto tiempo dejó de ser útil y nos quedamos aún con más tiempo libre… y un teléfono inteligente en nuestras manos. Pocas personas hallaron el modo y sacaron provecho de esta singular situación; la mayoría optó por dejarse llevar por tedio y fuero las primeras víctimas de la infodemia, las fake news, los bulos o información falsa.

Como diría el presidente López Obrador, la pandemia cayó como anillo al dedo a los redactores de noticias falsas y tendenciosas porque su público ahora sí tiene tiempo para leer más que el titular o la miniatura. Vamos, ahora pueden hacer uso de las conocidas herramientas para convencer al lector no de que lo que dicen es “la absoluta realidad”, sino para algo aún más dañino que mentir: sembrar la duda que les permita seguir en la ignorancia.

Porque aunque sea complicado de creer, las noticias falsas no se viralizan porque las gente realmente se convenza de ellas, sino porque les permite seguir dudando, les dan argumentos para sentirse “especiales” por dudar de la realidad y crear conjeturas y conspiraciones.

El arte de la infodemia o las fake news no es mentir, sino disuadir al lector para que ponga en tela de juicio hasta la más nimia de las realidades.

En otras palabras, fomenta el cinismo social con el objetivo de controlar a las masas no hacia una verdad o mentira, sino al peligroso limbo de la imprudencia: las vacunas son malas, nos infectan con un chip, los rusos son buenos, los gringos malos… elija usted la que le guste, pero no olvide que su postura es únicamente responsabilidad suya.

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