Festejos priistas

El Partido Revolucionario Institucional celebra sus 88 años de vida en uno de los momentos de menor credibilidad desde su fundación, enfrentando graves acusaciones de corrupción...

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El Partido Revolucionario Institucional celebra sus 88 años de vida en uno de los momentos de menor credibilidad desde su fundación, enfrentando graves acusaciones de corrupción contra el presidente Enrique Peña Nieto y varios exgobernadores como Javier Duarte y Roberto Borge Angulo.

Estos dos últimos personajes fueron puestos como ejemplo del nuevo PRI, el que supuestamente ganaría de nuevo la confianza de los mexicanos con sus acciones de gobierno y que hoy, son señalados como símbolo de la corrupción más brutal en el ejercicio del poder.

El PRI surgió de la Revolución de 1910 y se convirtió en el eje por el que se desarrolló toda la vida política del país hasta el año 2000 en que el PAN, con el inefable Vicente Fox a la cabeza les ganó la Presidencia.

Después, otro panista, Felipe Calderón, volvió a obtener el triunfo para el cargo público más importante del país, sumando así 12 largos años en que los mexicanos creímos que algo cambiaría en la forma de ejercer el poder, que no habría tanta corrupción, simulación, indiferencia e hipocresía.

Sin embargo, ante el desencanto social causado por dos sexenios panistas desastrosos y envueltos en el escándalo, el PRI volvió a Los Pinos sin darse cuenta que los ciudadanos habían entendido que con su voto, podrían cambiar el rumbo político de México.

Al principio, la aceptación popular de Peña Nieto era enorme, sólo que al conocerse los graves casos de corrupción de su gobierno, los mexicanos entendimos que el PRI no cambiará por más que las derrotas electorales lo alejen del gobierno, nos convencimos que el gen de la corrupción está arraigada en ese partido y sus políticos no saben otra manera de gobernar que violando la ley para satisfacer sus intereses mezquinos.

El panorama electoral del PRI para el 2018 cuando cambie el titular del Poder Ejecutivo no es nada halagador, las reformas estructurales impulsadas por Peña Nieto que han empobrecido más a los mexicanos, la corrupción suya y de su propio gabinete, la indiferencia ante el sufrimiento de la mayoría de la gente, representan un hándicap en contra de grandes dimensiones.

A menos de dos años para que termine la actual administración federal, la caída en la popularidad presidencial no tiene parangón entre los últimos cuatro presidentes y no se vislumbra cómo puedan revertir esta tendencia que obvio, será un obstáculo insalvable en las elecciones del próximo año.

A eso sumemos que cualquiera que sea el candidato priista a la Presidencia, estará ligado indisolublemente a la figura del presidente Peña Nieto, quien tiene que soportar una imagen de político incapaz de resolver los graves problemas estructurales del país, por más reformas que haya impulsado con la anuencia de partidos distintos al suyo.

En estos momentos, la caída en la preferencia ciudadana hacia el PRI y sus políticos es monumental, son pocos los mexicanos que creen que los nombres que suenan como candidatos vayan a ser diferentes, a convertirse en verdaderos líderes conscientes y convencidos de cómo transformar el estado de cosas que hasta hoy sólo ha beneficiado a unos cuantos.

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