La alcaldía capitalina de Chetumal no ha sido la plataforma idónea para aspirar a otras posiciones políticas y ha sido una maldición para gran parte de sus tripulantes; a la mano tenemos el cruel destino del ex alcalde esfumado Eduardo Espinosa Abuxapqui y los sonados fracasos de Andrés Ruiz Morcillo. Con tales antecedentes el alcalde competidor Luis Torres Llanes intentará capturar la diputación federal asignada al sur, con cabecera en la capital.

Algunos sostienen que Luis Torres debió inclinarse por la reelección para dejar huella en la posición que más valoran los habitantes para quienes la basura, el alumbrado público y sobre todo el bacheo son prioridad máxima, por encima del desempeño en una Cámara de Diputados donde el afortunado se pierde en una marea de 499 almas, dormilonas en su inmensa mayoría.

La diputación federal en estas condiciones es una posición placentera sin efectos prácticos para el estado, mientras la alcaldía capitalina es la primera zona de ataque dedicada a atender un pliego petitorio interminable, aunque el margen de maniobra es bajísimo por el raquítico presupuesto y la deuda incrementada con entusiasmo por el ingeniero Morcillo, quien en la silla hizo valer su lema de “lo prometido es deuda”.

El no priista Luis Torres persigue su sueño y por ello prefirió capturar la candidatura a diputado federal postulado por partidos en los que no milita, pero sabrá aprovechar el potencial combinado del PAN, PRD y la mascota del Movimiento Naranja que algunos votos podría aportarle.

Ya en la cercana campaña, Luis Torres será duramente bombardeado en Chetumal por el mal estado de muchas calles invadidas por los baches –como en el fraccionamiento Residencial Chetumal– y sobre todo por los capitalinos de más de cuatro décadas para quienes los interinatos fueron una calamidad en la década de los 90.

Su relevo como candidato a la alcaldía capitalina es el diputado local Fernando Zelaya Espinosa, quien está tejiendo fino decidido a preservar la silla para la coalición PAN-PRD, tarea nada cómoda por el vigor de las coaliciones retadoras encabezadas por PRI y Morena.