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Una reciente tarde lluviosa le tocó consultar a don Carlos, que, dicho sea de paso...

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Una reciente tarde lluviosa le tocó consultar a don Carlos, que, dicho sea de paso, es amigo de la familia y me había conocido desde mis años de infancia. Este paciente acudía para revisar estudios solicitados ante la evidente pérdida de peso y molestias digestivas.

Para mi pesar, la sospecha diagnóstica se confirmó. La endoscopía, los estudios tomográficos y de laboratorio confirmaban lo que la clínica sugería: tenía cáncer de estómago, y como era de esperarse se le nublaron los ojos y sus primeras palabras fueron: “Dios mío, solo quiero otra oportunidad”.

En ese momento me asaltaron sentimientos encontrados, ya que mi paciente se había caracterizado por ser un hombre luchador, capaz y sin temor de sobreponerse al reto. Con gran ejemplo y valentía había sacado adelante a sus hijos y otros miembros de la familia.

Interrumpiendo su meditación en silencio le expliqué sobre los avances de la ciencia y sus posibilidades de tratamiento en manos expertas y seguidamente le pedí me dijera a qué se refería con otra oportunidad. Respondió de forma inmediata: “¡Para enmendar algunos errores¡”.

Sin duda, amable lector, vivimos todos los días con la esperanza del prometido mundo magnificente y justo de los políticos decadentes. Sin reparar en esfuerzo, tiempo, dedicación y poco espacio para la atención, nos entregamos en cuerpo y alma al quehacer cotidiano, pero esta vorágine nos aparta de las cosas realmente importantes de la vida: nuestra salud y nuestra familia.

¿Cuántas veces al levantarnos por las mañanas abrazamos a nuestra pareja y le decimos cuánto la queremos o a nuestro hijos en qué les podemos ayudar?, ¿y ni qué decir de nuestros padres a quienes hace tres semanas ni siquiera les hablamos por teléfono para ver cómo se encuentran? ¿Sabes tú cómo se siente tu compañero de trabajo o solo le reclamas el no haber realizado X o Y tarea, mofándote de forma sarcástica de su omisión o actitud mostrada ese día?… ¡qué parte de la historia no leemos!
Mi columna intenta llevarle a reflexionar sobre la salud mental, personal, interpersonal, laboral y social. La vida es muy frágil como para “gastarla en infiernitos”.

Sirva el ejemplo de don Carlos, quien, como muchos de nosotros, de forma tardía intenta resarcir sesgos o errores del sempiterno devenir, tan solo ante la posibilidad de la muerte. Sirva para hacer un llamado de atención y dejar de pensar en que ir al doctor –si nos sentimos bien-, es solo perder tiempo y dinero. Sirva para asegurarte que de algo te vas a morir, pero que no estás solo en la sociedad y hay gente que te rodea y que aún te necesita con vida y buena salud.

El día de hoy, allende las fiestas que se acercan, es momento de hacerlo, mañana estarás muerto. Recuerda que, a diferencia de don Carlos, ¡tú aún tienes otra oportunidad!

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