Sabor dulce, agridulce y amargo

Cada vez que un candidato al Poder Ejecutivo federal, durante la campaña política y previo a la protesta...

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Cada vez que un candidato al Poder Ejecutivo federal, durante la campaña política y previo a la protesta del cargo, enciende el ánimo de gran cantidad de compatriotas, aviva la llama de la esperanza en una vida mejor.

Y es así como millones de mexicanos vivimos el día a día, con la ilusión de que, ahora sí, éste es el bueno; el que hará realidad y materializará nuestros anhelos y esperanzas de seguridad, justicia, empleo, progreso, desarrollo, nivel y calidad de vida.

Han sido Vicente Fox y AMLO quienes han despertado mayor expectativa, pero recordemos que a los grandes líderes de una nación el mejor juicio que de ellos se hace es el juicio de la historia.

Fox inspiró mucha seguridad y confianza, sin embargo, los grandes anhelos de la población mexicana no se vieron cristalizados ni materializados en la proporción de la esperanza en él fincada.

A López Obrador más del 52% de los electores le dieron un voto de confianza para que sus ofrecimientos se pudieran degustar rápidamente; sin embargo, algo nos dice que no todo será así.

Es indiscutible que ha habido, en muy pocos días, grandes decisiones gubernamentales que han impactado a la nación.

Dulces decisiones son el incremento a los salarios mínimos generales y profesionales; la llamada austeridad republicana; la orientación social del ejercicio del gasto; la quita de privilegios y prebendas a la alta burocracia; los proyectos de infraestructura anunciados, y otras acciones más.

Sabor agridulce es la postergación del cumplimiento de la oferta de campaña relacionada con la impropiamente llamada “pensión del adulto mayor”, pues ahora nuestras personas de la tercera edad tendrán que esperar a cumplir 68 años para adquirir el derecho a recibir la ayuda asistencialista, la que no está exenta de tintes políticos con miras a 2024.

De amargo sabor han sido la cancelación del aeropuerto internacional en el vaso de Texcoco, por tanto dinero que se fue a la basura; el ofrecimiento de no subir a los impuestos y con esto me refiero al que se aplica a los rendimientos obtenidos por el ahorro personal de los mexicanos, depositados en cualquier tipo de institución financiera.

La nueva Ley de Ingresos de la Federación establece en su artículo 21 que el impuesto que causará el capital a partir del 1 de enero es del 1.04%.

Este impuesto, durante 2017, fue de 0.58%; en 2018, de 0.46%, y en 2019 será del 1.04%; es decir, comparado contra el año precedente, el impuesto al capital subió un 226.08%.

Esta decisión de política económica definitivamente afecta e impacta más a los pequeños ahorradores, toda vez que éstos no pueden compensar el impuesto contra ninguna otra obligación fiscal, al no ser causantes activos.

Así que, para nuestros gobernantes, tal y como ha sucedido con los anteriores, su juez más estricto ha sido y será la historia.

No todo será color de rosa, pero debemos estar preparados para que, con cristal o sin cristal, los resultados de nuestras acciones pinten de mejor color.

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