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El periodo vacacional de semana santa ha iniciado, muy alegre para los niños, no así para muchas madres y padres que trabajan, y ahora no sabrán a quién dejarles o encargarles a sus hijos, pues la escuela ha funcionado como instancia educativa y guardería.

Las vacaciones de Semana Santa y Semana de Pascua en México tienen un origen espiritual de cultura y de costumbre, desde la época de la pacificación que en México se conoce como la “Guerra Cristera”. Estos días son un periodo recíproco entre el descanso, el trabajo y la economía, en el trabajo porque todos los seres humanos no solamente tenemos un derecho a las vacaciones; también tenemos el derecho al ocio, donde cuerpo y mente necesitan relajarse, para que una vez descansados volvamos al trabajo con más ánimo y mucha más energía para hacer del trabajo un trabajo eficaz y eficiente. Lo cierto es que otra vez iniciamos con la amenaza anual de la Semana Santa, en donde somos tentados a entregarnos al frenesí y concupiscencias del esparcimiento y el relax.

Hace años, en la Semana Mayor sólo se descansaba el jueves y viernes, el siguiente lunes ya estaba todo activo, aprovechando que el mes de abril es largo y el de mayor aprovechamiento académico. Con el tiempo se fueron haciendo tradición las vacaciones, porque la Semana Mayor ya no es de guardar, ahora es de disfrutar gastando.

En los años 70, desde el miércoles, que sonaba el último repique de temporada anunciando el acallar de las campanas, que de manera simbólica mostraban el guardar silencio, eran días en que no se bañaba uno, mucho menos comer carne roja o de buscar alguna distracción relacionada con el alcohol; imposible escuchar música de manera alterada, nada de eso, eran días de guardar absolutamente silencio, el respeto era primero a las personas y a las instituciones religiosas. Pero eso era en años atrás, porque ahora el sentido de la Semana Santa ha cambiado y ahora es de juerga, de alegría, de supuesto descanso, es de vacaciones, donde alcohol, tabaco y otros recursos para lograr una alegría artificial nos invaden. Es el mercado quien nos ha traído eso; aquí la Iglesia ha perdido porque sus nuevas generaciones ya no fueron capaces de limitar el desorden, hasta que éste desbordado hoy ya traspasó lo increíble.

Para vivir la Semana Santa, debemos darle a Dios el primer lugar y participar en toda la riqueza de las celebraciones propias de este tiempo litúrgico. A la Semana Santa se le llamaba en un principio “La Gran Semana”. Ahora se le llama Semana Santa o Semana Mayor y a sus días se les dice días santos. Esta semana comienza con el domingo de Ramos y termina con el Domingo de Pascua.

Lo importante de este tiempo no es el recordar con tristeza lo que Cristo padeció, sino entender por qué murió y resucitó. Es celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de su Resurrección, que es primicia de la nuestra. La pasión de Cristo puede entenderse desde diversos ángulos, pero esta se cumplió para que reflexionemos sobre nuestra relación con Dios y con nuestro prójimo. Que esta Semana Santa sea para todos un momento de profunda reflexión sobre nuestro destino personal y como sociedad y que reine la solidaridad entre nosotros para construir una sociedad con valores.

Algo real es que la mayoría de las personas jamás reflexionan acerca de por qué creen los que creen, o hacen lo que hacen. En un mundo lleno con costumbres y tradiciones populares, pocos buscan entender el origen de las cosas. La mayoría generalmente acepta las prácticas religiosas comunes sin cuestionar, y elige hacer lo que el resto de la gente hace, porque es fácil, natural y cómodo.

La celebración de la Cuaresma se originó muchos siglos antes del nacimiento de Jesús. Hay noticias, incluso, de hasta cuatro mil años antes de nuestra era. Las carnalias eran fiestas griegas en honor a Saturno en las que prevalecían el desfogue, lujuria y el desenfreno. Coinciden también con el inicio de las reuniones báquicas, en honor a Baco, el dios del vino. La mayoría asume esta época como de fiesta y relajamiento.

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