Político con diplomas de kínder

En la actualidad no es fácil ser un buen político, y no porque sea difícil llegar a serlo...

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En la actualidad no es fácil ser un buen político, y no porque sea difícil llegar a serlo, sino porque parece ser que estar dentro del agrado de la ciudadanía no se les está dando mucho últimamente; de hecho me atrevería a decir que en estos tiempos ya es casi imposible serlo pues lo complejo de este asunto resulta de la dificultad de poder ser una buena persona y por consiguiente un buen ciudadano.

Un buen político debe tener un compromiso con la realidad que pretende transformar. Buscar el conocimiento y la información necesaria no sólo para operar en la realidad sino para transformarla, no quedarse en el mero diagnóstico. Por eso es crucial rodearse de asesores que están al día y que le brindan conocimientos para entender y tratar de modificar la realidad.

Sin embargo en muchos ayuntamientos del país y desde luego en Quintana Roo los alcaldes se han rodeado de pésimos asesores que solo han generado una serie de burradas que están haciendo que más ciudadanos aborrezcan la política.

Muchos de ustedes no me dejaran mentir, ya que cuando uno era un niño de preescolar, incluso en la primaria, nos preguntábamos qué había que estudiar para ser político. En mi caso, estaba convencido de que había una carrera universitaria para aquellos que quisieran llegar al Congreso, al gobierno y a todos esos sitios que veía en televisión con señores bien vestidos en ropa y zapatos de marca.

No es raro pensar, en esas edades que gente como Salinas, Zedillo y Fox coincidieron en las mismas aulas de la facultad de la política. Pero cual va siendo nuestra sorpresa cuando alcanzamos algunos años más de experiencia y notamos que por ejemplo nuestros flamantes diputados federales algunos no tienen ni la primaria concluida, otros como no saben escribir andan con su almohadilla de tinta en la bolsa para poder firmar con su huella, y otros más que de plano ni saben dónde están parados.

Hace algunos años Platón se preguntaba qué características debía tener un buen político. Su respuesta fue "Ante todo, debe aprender a gobernarse a sí mismo, pues sin ello no podrá gobernar a los demás”. La política en estado puro se definiría como un ejercicio democrático de por sí. Así es como yo la entiendo. Pero, como vemos, el ser humano contamina todo lo que toca, y la política se asocia casi exclusivamente con la rapiña por el poder.

Lo que sí es una realidad es qué pobre es la política cuando se limita solo a la lucha por el poder, pues a este siempre habrá que cuestionarlo y, sobre todo, ridiculizarlo, venga de donde venga. Irónicamente casi todos quieren ser políticos pues pareciera que son los únicos en este país que tienen la posibilidad de prosperar rápido y sin el mayor esfuerzo.

No es necesario un título universitario, ni tener una historia profesional que avale el trabajo; no se tiene un jefe que exija un horario a cumplir ni mucho menos a quien rendirle cuentas.

Son libres de actuar y proceder, las leyes los protegen y pueden usarlas para obtener lo que deseen. Un político correcto debe tener principios éticos y pensar antes que nada en el bien común y no en intereses particulares.

Cultivar la sensibilidad ética, tratar de no perder nunca la capacidad de ponerse en el lugar del otro e imaginar cómo siente y piensa. Debe orientar su gestión pensando que al final de su mandato realizará una rendición de cuentas. El verdadero líder político da espacios a otros, de forma tal que va fogueando y formando a futuros líderes de su partido, para que su proyecto tenga continuidad en el tiempo y no quede trunco.

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