La guía rápida al éxito en la web

Desde sus inicios, las comunidades en internet utilizan su poder de convocatoria para hacer realidad los deseos de algunos inconformes...

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Desde sus inicios, las comunidades en internet utilizan su poder de convocatoria para hacer realidad los deseos de algunos inconformes, que hoy en día cualquiera confunde con activistas, librepensadores o ejemplos del éxito digital.

La red social es un caldo de cultivo para un sinnúmero de movimientos, pero para que alguno se convierta en una realidad o tendencia, se necesita algo más que voluntad. Primero, es esencial poner en duda todo, pues nada resulta más “cool” para los jóvenes usuarios web, que las preguntas retóricas, retos a la autoridad y costumbres, bajo el falaz argumento de que la “gente de hoy” no puede seguir el sistema “caduco y retrógrada”.

En esto punto, el “filósofo” digital debe hacerse de voluntad y un poco de paciencia, pues la línea de arranque está muy congestionada por toda una horda de jovencitos que buscan la fama en redes sociales. Acá es cuando se dan cuenta que ser “diferente” no basta, y que uno o dos “likes” a las publicaciones en Facebook o favoritos en Twitter, no alcanzan para salta al estrellato: se necesita notoriedad en movimiento, algo de histrionismo, y para eso no hay nada como el confiable YouTube.

Prácticamente en “infinitum”, reviven la cuenta en YouTube, esa que tenían sólo para ver videos de gatos y a “youtubers” famosos que ahora serán su inspiración, pero sólo por la fama, pues desde hace mucho tiempo, los “vloggers” reales dejaron de ser la voz cantante en las redes sociales, quedando únicamente aquellos que hacen mucho ruido, pero no aportan nada.

Muchos aspirantes a la fama “online” se pierden en este paso al darse cuenta que mantener un canal en YouTube es mucho, pero mucho más complejo y trabajoso que soltar “tweets”, pues aunque sea por cinco minutos, un video debe contar con un guion, preparación, edición y sobre todo, un tema que interese, a menos, claro, que sea un “vlogger” personal y se dedique únicamente a contar su vida, más o menos como ocurría con los primeros blogs en la web.

Para este momento, si nuestro querido usuario deseoso de fama nada más no encontró la cuadratura del círculo, aún le queda un arma casi, casi infalible: elegir de entre la miríada de quejas que emergen de las redes sociales y hacerla suya. ¿Le trató mal un funcionario? ¡Abajo la burocracia! ¿Le va mal en la escuela? ¡Que se pudra el corrupto sistema escolar! ¿Lo multaron por circular imprudentemente? ¡Maldito gobierno represor! Hay de todo y para todo público, como en un foro de descargas.

Elegido el tópico, viene el momento crucial: grabar el video y difundirlo. Lo segundo no debe ser tan complicado, pues el medio y formas lo dará el tema, pero lo primero sí requiere de esfuerzo e inteligencia, pues no es simplemente hablarle a la cámara y ya, se necesitan las palabras adecuadas, la música de fondo perfecta para que el hecho resalte y convenza al público. ¿Por qué el video de La Mars tuvo éxito? Porque supo mezclar su idea con expresiones populares, insultos, reflexiones casi profundas y un toque de sentimentalismo. Otro ejemplo es el video de Juan Pablo Jaramillo saliendo del closet: la luz, la música, el paso a paso transporta al público a un túnel de empatía hacia la triste historia del famoso “youtuber”, que al final, es casi imposible darse cuenta como nos usó para llegar al millón de seguidores, y literalmente, darle nueva vida a su carrera digital. Toda una obra de arte del engaño, aunque sea del inocente.

Logrando convertirse en un fenómeno viral, llega la parte más complicada: la corriente crítica, pues aunque las redes sociales son fáciles de engañar, esta ilusión no dura mucho, y algunos usuarios se dan cuenta del montaje. Ante esto, el “vlogger” debe estar preparado para responder a las críticas pero sin abandonar su personaje-postura: debe tener en cada réplica un toque de agradecimiento que le permita hacer del crítico un seguidor más, aunque sea para que le dan lata, pues en redes sociales vaya que sirve esa máxima popular “que hablen mal de mí, pero que hablen”.

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