La red antisocial

Las ventajas siempre están acompañadas de su consabido antónimo, pues nada es útil sin alguien que opine lo contrario...

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Las ventajas siempre están acompañadas de su consabido antónimo, pues nada es útil sin alguien que opine lo contrario.

Así, en los tiempos del periódico impreso, la radio y la televisión, la fiebre tecnológica-social de nuestros tiempos tiene sus detractores que, leídos con seriedad, dejan el “pixel” de la duda en nuestras pantallas mentales.

Cuántas veces no hemos activado la calculadora de los teléfonos o computadoras para hacer una simple suma; dejado en manos del procesador de textos la corrección de nuestra ortografía antes de siquiera entender cuál fue el error cometido, o usado el “copiar y pegar” bajo el pretexto de “investigar” en internet.

Estas cotidianas actividades son la Torá de las investigaciones del ensayista estadounidense Nicholas Carr, “misionero del infortunio”, que predica ante un público de inmensas proporciones, cuya principal característica es que no acepta fácilmente las críticas.

Tachado de tecnófobo, el escritor y conferencista advierte sobre las consecuencias en nuestro comportamiento y capacidad intelectual ante el excesivo uso, no sólo de las redes sociales, sino de los avances tecnológicos.

Analizando su postura, no deja sin alarma el hecho de coincidir con él, pues aún quitándole el matiz apocalíptico, nuestro comportamiento y realidad social cambió desde la popularización de las redes sociales, transformándonos en seres “antisociales”, al preferir no sólo la interacción vía internet con otras personas, sino también nuestro intelecto y referencias cotidianas a lo que se dice en Twitter y Facebook, o lo escrito en Wikipedia.

Lo peor es que aplaudimos esta nueva realidad argumentando que gracias a la tecnología disponemos de más tiempo libre para desarrollar otras actividades… que también supeditamos a nuestra conexión a internet, alejándonos de la oportunidad de desarrollar nuestra capacidad mental, emocional y física.

Mental e intelectualmente, como sociedad, damos excesiva importancia a cómo nos llega la información, aceptando como verdades absolutas lo que se leyó en las redes sociales, sin crítica y sin otro punto de vista más que la página donde leímos el dato. Físicamente, ponderamos más la intención sobre la acción: preferimos apoyar con “likes” o comentarios “llegadores” las causas ajenas y distantes, que alzar la vista de nuestros “smartphones”  e involucrarnos en nuestras cercanas y muy reales necesidades sociales.

Un “antídoto” a esta tecnológica deshumanización es colocar las cosas en su contexto, recordar que los avances técnicos son únicamente una herramienta para llegar a una meta, y no el objetivo en sí. Como analogía tenemos a Apple: al adquirir sus productos, muchos ya lo consideran un “logro”, aunque no tengan idea de cuál será su utilidad… a menos que una aplicación se los indique. 

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