La tierra de la libertad

Internet es libre. Hay intentos por regularla, detener la compartición de documentos e información, y obvio, bloqueos de acceso general...

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Internet es libre. Hay intentos por regularla, detener la compartición de documentos e información, y obvio, bloqueos de acceso general, todo para evitar la comunicación de ideas, pero a la larga, la web regresa y sus usuarios toman el control para crear o destruir, siendo este el riesgo al que tanto temor se le tiene, aunque sea al mismo tiempo, la esencia de su éxito.

Buscando cuál es el secreto de la red de red, siempre nos toparemos con la libertad. En la web, todos somos iguales, literalmente, usuarios sin privilegios, sin rostro o credo, situación que nos deja el camino libre para crear la personalidad, historia, futuro y presente que queramos. En términos menos burdos, podemos hacer realidad nuestros deseos profesionales y artísticos sin el lastre de las “credenciales” que el mundo exterior nos solicita. Podemos ser nosotros mismos o librarnos de nosotros para ser algo más. Esa es la magia detrás de internet.

Sin embargo, esta libertad no viene de una medida, la independencia creativa de los usuarios depende única y exclusivamente de la falta de regulación real que aún hoy persiste y que debe mantenerse, a fin de permitir el libre desarrollo de las ideas.  El “boom” de medios digitales, memes, ladies, “lords”, plataformas de interacción social y hasta el triunfo de Donald Trump, le deben mucho a que nadie impidió su nacimiento en internet, a que no hubo una autoridad reguladora o anti monopolio que frenara su crecimiento; todos se nutrieron democráticamente del gusto de los usuarios. Lo que pase después, también es asunto de ellos, pues los ciudadanos digitales tienen la última palabra de éxito o fracaso de tal o cual idea, no de una comisión o instituto especializado.

La falta de modelos de éxito (para las cosas serias, no para los memes) o de “pasos” para monetarizar la red, es el reto mayúsculo que enfrentamos los ciudadanos digitales, pues muchas buenas ideas se pierden en las marismas de internet porque no encontraron como subsistir, más allá de los “likes” en Facebook.

La solución a esto escapa aún de nuestras manos, pero de encontrarse, también significará un grandísimo riesgo para la evolución de internet, pues cuando se tiene la “suerte” de encontrar un esquema exitoso, éste se convierte en el molde para los demás, frenando así la creatividad, quintaescencia de la libertad que disfrutamos en la red. Esto ya ha pasado: las salas de chat, el y los blogs, perdieron parte de su interés cuando “todo el mundo” se volcó sobre ellos, creyendo que el modelo de éxito que funcionó para ciertos casos, podía replicarse.

En parte, esta situación genera cierta animadversión hacia las redes sociales, mala imagen que aleja muchos de participar en ellas, considerando que lo que sucede en ellas pasa sin ton ni son, pero esto ocurre (en parte) por la incapacidad para leer, o en el mejor de los casos, saber interpretar el cúmulo de ideas que se mueven en el mundo digital.

Hoy, los vlogs corren el riesgo de perder su frescura, pues poco a poco han perdido chispa y originalidad gracias a la inundación de contenido replicado, de “clones” de los personajes del momento. Piénselo usted mismo con su “feed” en YouTube, ¿cuántos video-loggers originales encuentra? ¿Suben videos tan seguido como antes? El modelo se agota, la fuente del éxito está en saber no sólo adaptarse, sino crear algo original, romper las reglas, y muchos de los generadores de contenido se quedan en la comodidad del éxito pasajero. 

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