La diabetes no lo limita para seguir trabajando

A sus 83 años, Marcelino Hau Michel, continúa su venta de pepitas en la carretera cerca de Valladolid Nuevo.

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Marcelino Hau Michel, habitante de Valladolid Nuevo. (Tomás Álvarez/SIPSE)
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Teresa Pérez/SIPSE
CANCÚN, Q. Roo.- Para Marcelino Hau Michel, sus 83 años no son impedimento para salir todas las mañanas a pie de carretera y ofrecer sus pepitas de calabaza.

Comenta que este trabajo lo ha hecho desde hace 10 años, cuando sintió que la enfermedad (diabetes) lo estaba acabando, entonces se propuso iniciar su negocio y ser autosuficiente a pesar de sus años, porque para él ya no había lugar alguno donde le dieran empleo.

Originario de Valladolid, Yucatán, recuerda que lleva 40 años habitando Valladolid Nuevo, en Quintana Roo, una coincidencia del destino, expresó al momento que sonrió animoso con la charla.

Su trabajo le brinda satisfacciones

Ha visto crecer el pueblo en el que habita y eso lo tiene lleno de orgullo. A pesar de que sí cuenta con el apoyo de sus hijos, no deja su trabajo, cada mañana despierta con la ilusión que su venta será mejor que la del día anterior.

Para él aún sigue viva la esperanza de que a diario le lleguen clientes, como uno que lo visita cada mes y se lleva de 20 a 30 bolsitas de pepitas tostadas. Por eso, apenas salen los primeros rayos del sol, don Marcelino se levanta para iniciar sus preparativos y tostar unas cuantas pepitas, para que al mediodía se encuentren listas para la venta.

Muestra su proceso de preparación 

Con orgullo mostró su bote de pepitas recién horneadas, en donde las prepara para salarlas y después, cuando están secas, pasarlas al comal y que tomen un color amarillo tostado para presentarlas en la bolsa lista para el consumo.

Cuando comenzó el negocio, la semilla de la calabaza estaba muy barata, ahora el precio se elevó por la demanda.

Vestido con una camisa blanca de manga corta y a cuadros, con un pantalón oscuro, se encontraba listo para salir y  mostrar su mejor sonrisa para los clientes.

En su bolsa cargaba unas cinco bolsitas de pepitas y dos más en la mano, y con una sonrisa se despidió listo para en un rato comenzar con su venta.

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