Las mujeres en política, influencia o herencia

La improvisación en candidatos y políticos parece una constante nacional, cada vez menos actores tienen una formación mínima o llegan a los cargos producto de alguna “influencia o herencia”...

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La improvisación en candidatos y políticos parece una constante nacional, cada vez menos actores tienen una formación mínima o llegan a los cargos producto de alguna “influencia o herencia”; la “generación de jóvenes políticos” como los llamó alguna vez el presidente Enrique Peña Nieto, sólo han ocasionado vergüenzas al país, baste como ejemplo el desparpajo del fin de semana pasado, cuando legisladoras federales del Partido Revolucionario Institucional (PRI) rechazaban el discurso de su colega del partido Morena, Mario Ariel Juárez, con el clásico futbolero “eeeeh p...”

Las mujeres han reclamado cada vez más espacios en política y la normatividad nacional y de las entidades se enfila a garantizarles paridad vertical y horizontal en las candidaturas, pero apenas en septiembre del presente año, cuando la XV Legislatura quintanarroense aprobó su reforma electoral, destacábamos que lo que falta ahora es que las mujeres asuman verdaderamente su rol transformador, para que lo dado en la ley sea sostenido en el tiempo a partir de su desempeño; vaya, que la sociedad realmente crea –a partir de hechos– que las mujeres tienen absolutamente toda la capacidad para desempeñar cargos públicos.

Sin embargo, cuando observamos espectáculos como el que dieron las diputadas federales insultando a un legislador que les reclamaba no haber entregado recursos a los damnificados del temblor (calificando de corrupto al líder de la bancada tricolor, César Camacho Quiroz, y advirtiendo que perderán la presidencia de la República en 2018), lo menos que puede pensarse es que muchas de esas mujeres de la política, por lo menos en Quintana Roo, carecen de la capacidad y formación para representar a los ciudadanos.

Las priístas no son el único caso, ya hemos abordado también el lamentabilísimo caso de la alcaldesa de Cozumel, Perla Tun Pech, que milita en el Partido Acción Nacional (PAN), que a gritos de “por qué no te largas” trata a regidores de su cabildo, pero además su indolencia y enfrentamientos políticos (bastante “quijotescos” por cierto, porque de pelea sola y hasta con su sombra) tiene sumergida a la isla en una inseguridad nunca antes vista; pero eso sí, su “dignidad” es tanta, que ha rechazado las patrullas que el gobierno estatal entregó a los municipios para combatir la criminalidad.

Cuando actos como los descritos ocurren es que se comprende que las “veteranas” de la política sigan más que vigentes, que Rosario Ortiz Yeladaqui o Cora Amalia Castilla Madrid sigan ejerciendo cargos de primer orden –por cierto, poco se “quieren” entre ellas, pero lejos, muy lejos han estado de escándalos–; ¿se imagina el lector a Perla Tun Pech pidiendo su reelección, o a Arlet Mólgora Glover apoyando la campaña de María Hadad Castillo en la capital de Quintana Roo, Othón P. Blanco? Por cierto, entre las “gritonas” del Congreso federal también estaba otra legisladora quintanarroense, Sara Latife Ruiz Chávez, de quien se rumoraba pudiera ser la candidata tricolor para a la presidencia municipal de Cozumel; entre Perla y ella, ni a cuál apostarle.

No, otorgar los espacios políticos por “influencia o herencia”, por cuotas o porque simplemente no hay nadie más a quién postular, siempre generará resultados como los que ahora se ven; de esa manera los relevos generacionales resultan decepcionantes, como lo fue con los gobernadores ladrones a los que el presidente de la República tanto alabó en su momento, y que ahora están presos por sus desfalcos a las arcas públicas.

¿Que no todas son iguales? Indudablemente, pero poca duda queda de que hasta ahora no se ha optado por lo mejor, y lo peor para las féminas es que, con los resultados hasta ahora brindados, cada proceso electoral parecen partir de cero para mostrar su valía, la ley ya las posibilita para acceder al poder, falta ahora –como desde hace décadas– conocer de sus capacidades para gobernar y representar dignamente a los ciudadanos; las demás, las demás servirán para gritar en los mítines o en el Congreso, aunque sea “eeeeeeeh p…”; así se observa desde aquí, A Tiro de Piedra. Nos leemos en la próxima.

 

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