López Obrador con cara de “what”

No creemos que el incidente de ayer en Cancún vaya a afectar mucho por el momento a la carrera presidencial de Andrés Manuel López Obrador...

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No creemos que el incidente de ayer en Cancún vaya a afectar mucho por el momento a la carrera presidencial de Andrés Manuel López Obrador en cuanto a su notable popularidad en Quintana Roo, pero muy probablemente sí haga que por lo menos investigue a sus activos en el Caribe mexicano, rechazados en diversos grados por sus paisanos morenos con sonoras silbatinas y subidos insultos al suscribir su acuerdo político. 

Algo va a suceder, sin duda, pues el tabasqueño debe tener muy presentes las elecciones presidenciales pasadas en las que llegó a la contienda con ventaja de dos dígitos y terminó perdiendo por escaso margen.

Sin dejar de manifestar su apoyo –vítores y sinceros, apasionados aplausos se escucharon durante su discurso, por acarreados que fueran muchos asistentes– y con respeto a su representante local José Luis Pech Várguez, la gente le hizo saber sin espacio para las dudas a López que la militancia de Morena rechaza contundentemente a la senadora perredista Luz María Beristáin Navarrete, la “Güera”, al hasta hace poco priista Eduardo Ovando Martínez, al petista Hernán Villatoro Barrios, al variopinto dos veces exedil Domingo Flota Castillo y a muchos otros que recibieron gritos que clamaban, entre otras lindezas, “arribistas”.

A cada firma y cada abrazo, el sempiterno candidato a la presidencia –aunque sin perder la compostura– acentuaba más su gesto de extrañeza, su cara de “what”, pues seguramente suponía que su magno acto en Cancún había sido armado con la misma escrupulosidad con la que fueron admitidos entre sus huestes los neomorenistas ahí presentes. Ni una ni otra cosa. Si no rojos, hay focos ámbar encendidos en el extremo sureste del país, pues los líderes principales, los aspirantes a candidatos y más altos correligionarios importados despiertan rechazo entre su feligresía, y eso no puede ser bueno para una elección.

Aparte del legendario luchador izquierdista tabasqueño, que hoy por hoy encabeza las preferencias totales en el país, el único que recibió aplausos francos fue el “niño-diputado” de un pueblo maya de José María Morelos, Ángel Jacinto Noh Tun, al que volvieron a utilizar; aunque sabemos que la gente de manera por demás cándida en su momento creyó que su internacionalmente famoso discurso en el congreso quintanarroense fue de su autoría y muchos que no se lo creyeron sí lo explotaron para sus discursos políticos, a quienes nos resulta evidente –si dejamos las pasiones políticas a un lado y hacemos el más simple análisis– que se trata de un texto escrito por un abusivo adulto y memorizado por el inteligente niño –sabemos que muchos comparten esta visión del lamentable hecho– nos pareció grotesco que lo volvieran a exponer a los reflectores con fines únicamente propagandísticos.

Tampoco las fotos y las dimensiones del área del Parque de las Palapas que es posible utilizar como foro permiten aceptar esas expresiones de ayer como de que “miles y miles de personas”, llegando la exageración incluso a los muy pocos probables cinco millares –que es el aforo de la llamada Explanada de la Bandera de Chetumal, por ejemplo–, acudieron a escuchar a Andrés López.

Estamos hablando de la persona que hasta estas alturas tiene las mayores posibilidades de suceder a Enrique Peña Nieto en la presidencia del país. Siempre ha ganado en Quintana Roo. No necesita que lo traten como priista acarreándole gente desde Yucatán, inflándole las cifras de sus mítines ni adosándole “figurones” que lo único que pueden hacer es restarle votos. Hoy no vemos la posibilidad de que uno solo de los aspirantes que se nombran para los demás partidos y no tan seguras coaliciones le puedan hacer sombra en Quintana Roo, pero los pocos votos que llegue a perder aquí pudiera necesitarlos si, como le ha pasado, se cierra la competencia.

Sabemos que al señalar esto causamos enojo entre los dirigentes, seguidores y “pejezombies”, pero ojalá que reflexionen porque México necesita a ese candidato en plenitud, no mermado por su propia gente.

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