Los nuevos tiempos del radicalismo político y electoral

En tiempos de globalización, de acceso a la información, de invasión tecnológica y de comunicación permanente...

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En tiempos de globalización, de acceso a la información, de invasión tecnológica y de comunicación permanente, la humanidad no ha aprendido de su propia historia, repitiendo errores y pretendiendo reinventar fórmulas políticas que han probado su inoperancia económica y social en distintas partes del mundo.

 Las sociedades en el planeta, exagerada pero segmentadamente informadas, son víctimas constantes en la actualidad de los algoritmos digitales que orientan la información al tipo de consumo e idiosincrasia de quien la demanda, lo que reduce la visión del ciudadano que en su conjunto se convierte en el gran elector.

 Así, hemos observado importantes fenómenos de transformación de las sociedades a partir de la influencia que generan en cada individuo las redes sociales y las tecnologías de la información, creando colectividades cada vez más radicales en su actuar y menos atentas a su entorno, concentrados en pantallas de dispositivos que cautivan su atención permanente y que mediante fórmulas matemáticas son dosificados de productos, servicios, noticias e información orientada a un perfil psicológico de gustos y necesidades.

 Así lo ha definido Jamie Bartlett en su obra “The People vs Tech, how the internet is killing democracy” quien señala que Facebook pasó de divertido a adictivo, convertido en “un circuito cerrado de retroalimentación de validación social” dañando la capacidad del individuo de desarrollar juicios propios como ciudadano y siendo parte de la manipulación delegada a la inteligencia artificial, lo que elimina su capacidad de pensar libremente, pues el exceso informativo alienta las reacciones emocionales, supera la razón y la comprensión dando ascenso a pretendidos líderes que prometen respuestas emotivas, inmediatas y totales de difícil ejecución.

 De ello devienen las recientes elecciones de personajes como Donald Trump en los Estados Unidos, con un discurso xenófobo, antimigrante, antisistémico y  proteccionista, que se conjuga perfectamente con la necesidad del mercado americano de la información y el consumo, ávido de una demostración de superioridad económica y humana hacia el exterior, generando una sociedad beligerante precursora del totalitarismo.

 Ese radicalismo social también es causante de la elección de un ex militar ultraderechista en Brasil como Jair Bolsonaro, fascista, misógino, homófobo declarado, populista estridente, con planes de instauración de una dictadura militar que propone la tortura como forma de castigo y la prisión y exilio a sus adversarios políticos.

 Pronto observaremos si la realidad electoral mexicana del 2018 atendió a un criterio radical social, o si estamos simplemente ante la presencia de un verdadero cambio democrático y de paradigma político en nuestro país.

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