La Educación, la Cenicienta de la 4T

Los niños son la esperanza del mundo, dijera José Martí, ellos son nuestra cantera y el futuro...

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Los niños son la esperanza del mundo, dijera José Martí, ellos son nuestra cantera y el futuro de lo bueno y de lo malo. No invertir en niños educados, libres, fuertes, nutridos e informados nos deja a merced de pillos.

Desafortunadamente los dados no están jugando por nuestros niños. La educación universal de calidad hasta preparatoria está secuestrada por años de sindicalismo y de poderes de facto, los tibios esfuerzos que hizo el gobierno anterior por regular la calidad docente, se fueron al caño con el actual.

De nuevo la educación de nuestros hijos está en manos de sindicatos y el futuro de México, salvo muy honrosas excepciones está hipotecado antes de nacer. Ya los maestros nunca serán evaluados ni su competencia, mediocridad o incompetencia puesta a análisis.

Para colmo, la sarta de promesas hechas durante la campaña de nuestro eternamente candidato presidente se van haciendo flacas ante la aplastante realidad de una economía en contracción. Sin embargo, el gobierno, a pesar de contar con el favor de la mayoría del país, no enfrenta la falla con valentía y da la cara ente lo obvio: el dinero no alcanza para hacernos la base de lo que algún día será un país de primer mundo y a la vez garantizar la reelección en 2024.

De nuevo la ambición de los embriagados de poder nos deja sin futuro. No lo duden, saldremos de esta, como siempre, México aguanta un piano, pero saldremos bien majados y más confundidos que un sordo en un tiroteo con una avalancha de culpas echadas a rodar por la transformación de la transparencia gubernamental en una autoritaria administración de decretos.

Para colmo los recortes van y a lo grande, en todos lados. La cacareada maldición del neoliberalismo de recortes a la educación y las artes viene con todo en este “neo anti neoliberalismo”.

La investigación, las becas, ojo: las becas de verdad, no los descaros de 3,500 pesos al mes; la posibilidad de mandar a nuestros mejores alumnos a estudiar al extranjero para que, al menos la mayoría, nos regresen como una buena inversión a futuro, todo reducido y recortado en aras de la megalomanía faraónica de planes como una refinería hecha por el gobierno que no logra administrar nada, un aeropuerto inservible e innavegable (te lo han dicho todos, no te hagas el sordo: no sirve) o un tren que no pinta para cuándo y mucho menos pinta para cuánto. Ambos proyectos defendidos de la manera más burda y absurda por un amargado caprichoso y patológicamente mentiroso como Jiménez Espriú.

Y así vemos la promesa de la modernidad, de un Conacyt fuerte y poderoso lleno de investigadores de primer mundo y con proyectos enormes, de Universidades de alto nivel y de un país de ciencia, historia y arte diluirse en caprichos y frases de cantina a media luz. Ante la airada reclamación de una maestra al presidente en persona por eliminar los fondos para mandar a nuestros niños a las Olimpiadas de Matemáticas, el eterno candidato le soltó un par de frases de alivio y de engaño. Pobres de nuestros hijos, vaya país que les estamos dejando.

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