El gasto público irresponsable contra la generación de empleos
Bien lo dijo en una ocasión el Presidente Ronald Reagan: “no existe el almuerzo gratis...
Bien lo dijo en una ocasión el Presidente Ronald Reagan: “no existe el almuerzo gratis, alguien lo está pagando sin dudas”; y no hay verdad más monolítica. El almuerzo gratis es pagado por el gobierno y el gobierno recibe dinero de los impuestos, así que el almuerzo gratis se paga con los impuestos. Sin embargo, eso no es una fuente inagotable de recursos.
El papel del gobierno en el ámbito económico, es sobre todo la regulación de la actividad empresarial mediante leyes que la acoten y eviten los monopolios y las prácticas abusivas. Otro rol muy importante es que actúa como garante de los derechos laborales de los trabajadores y les garantiza la libertad de organización en sindicatos independientes. Eso es un caso ideal e hipotético; hasta ahí todo es miel sobre hojuelas. Las dificultades comienzan cuando el estado tiene que balancear el gasto que necesita ejercer entre la infinidad de compromisos sociales que le corresponden.
La asistencia social es un componente inalterable de la sociedad moderna, no es correcto que un estado no sea capaz de proveer para los desvalidos o que no sea capaz de garantizar derechos fundamentales como una salud de calidad y el acceso a educación (al menos hasta nivel medio) de calidad y gratuita. El tema se pone muy difuso con el resto de ayudas gubernamentales como apoyos monetarios a estudiantes, becas, ayudas para acabar con la desnutrición y otras tantas “prestaciones” que un estado ideal debe proveer. Sin embargo, la frontera entre seguridad social y uno de los males más endémicos de la sociedad moderna, que es el asistencialismo, es muy tenue.
Cómo diferenciar a los que realmente necesitan ayuda de los que simplemente se aprovechan de la asistencia social (dejemos fuera salud y educación, eso es absurdo que no se considere como universal). Es un quebradero de cabeza para algunos y para otros es una verdadera oportunidad electoral, no hay manera más eficaz de obtener votos que con dinero en la bolsa o el refrigerador lleno gracias al gobierno. Sin embargo, volviendo al viejo Ronald: ¿quién pagaría ese almuerzo gratis? Pues los contribuyentes.
El Estado tiene el poder de exprimir a los contribuyentes para solventar sus gastos hasta donde considere, el límite es el punto en que el contribuyente no pueda pagar más y en régimen de impuestos sobre ingresos, pues éstos se reducirán a medida que se reduce el ingreso, hasta llevarlos a casi cero, como el caso de Venezuela. Un Estado que no se garantiza a sí mismo la sostenibilidad a largo plazo de su ingreso por recaudaciones es un Estado Parásito que lentamente se comerá a sí mismo.
Seguirá exigiendo más contribución a los generadores de ingresos para solventar su burocracia o programas sociales sin sustento económico o esperanza de que, algún día, esa inversión en desarrollo social se transforme en generación de riqueza, que, a su vez, aumentará la oportunidad de recaudación. Un Estado que invierta en políticas sociales de manera sabia y mesurada, lentamente irá generando crecimiento económico por incremento del nivel social, y así, de la misma manera, crecerá el número o el poder de los contribuyentes. Una política asistencialista sin verdadero énfasis en salud y educación no tiene posibilidades de perdurar.
Desafortunadamente muchos políticos no tienen el más mínimo interés que perdure, con que alcance el dinero para la próxima elección les basta. La única manera que una economía pueda crecer es mediante la generación de empleos, y ésta a su vez, depende de la inversión directa y la confianza en la economía. Con una política irresponsable, errática y poco confiable de gasto público la inversión caerá y el crecimiento económico se irá a cero, entonces no habrá quien pague impuestos para el almuerzo gratis.