En el ámbito de las relaciones internacionales hay un fenómeno reciente pero progresivo: la internacionalización de los gobiernos municipales. Las ciudades, entendidas como unidades administrativas con atribuciones limitadas en tal sentido, tienen un rol cada vez más preponderante en la globalización. Esa tendencia parece irreversible, aun cuando ello no menoscaba a los estados ni a la Federación (en el caso mexicano).

Asuntos como la migración, el medio ambiente, la seguridad o el turismo, entre otros, también les competen a las autoridades de un municipio. Así lo entienden en varios países, dando cabida a reflexiones y propuestas provenientes de territorios bien delimitados. La importancia de todo ello ya se considera, aunque no como debería ser. Porque si bien en algunas naciones se destina presupuestos, se instalan oficinas, o incluso se adaptan los marcos jurídicos, faltan más espacios de incidencia.

La última idea es vital, ya que hoy las catástrofes, la amenaza terrorista, las diásporas o las contingencias sanitarias deben ser discutidas por todos los actores; no solo por quienes despachan en oficinas de representaciones diplomáticas o viven lejos del lugar donde se generan las alertas. A la inversa pasa con los temas beneficiosos, que generan oportunidades para conocer experiencias, retroalimentarse y aprovechar las buenas prácticas para replicarlas.

Resonó fuerte en los círculos académicos y políticos una reunión en Naciones Unidas, el año pasado, en relación al protagonismo local. Los días 16 y 17 de mayo se llevaron a cabo las Audiencias de Hábitat III para Autoridades Locales, en el marco de la Segunda Asamblea Mundial de Gobiernos Locales y Regionales. Fue el primer proceso consultivo de la ONU para reconocer a los gobiernos subnacionales como un colectivo específico.

Desde entonces empezaron a surgir marcos de análisis con tales puntos de referencia, en los cuales queda en evidencia –más que antes- que las decisiones alteran (para bien o para mal) los aspectos locales, en cualquier latitud, por cuestiones como tratados de libre comercio, o seguridad y migración, dos fenómenos con ejemplos latentes. Por todo ello la inserción es una realidad, lo cual está modificando paradigmas, teorías y modos de conducir las relaciones internacionales. Falta mucho más, por supuesto.

En Quintana Roo, el turismo es uno de los campos que explica bien este proceso. Destinos turísticos consolidados como Cancún, Playa del Carmen, Tulum, Puerto Morelos o Cozumel, tienen una activa presencia en otros continentes, lo cual, sin embargo, no ha sido entendido –menos desarrollado- desde una óptica teórica-metodológica, acorde al tamaño del desafío asumido en cambio en otras regiones. No solo es parecer, sino ser.

No bastan entonces oficinas, presupuestos o planes. Los marcos normativos, sobre todo constitucionales, deberán reglamentar esta situación tarde o temprano. La asistencia a foros internacionales, el hermanamiento fructífero entre ciudades o los acuerdos multinivel deben tener un provecho más completo como estrategia de largo alcance.

Es un gran reto para servidores públicos, estudiosos de la política exterior y teóricos, quienes deben encarar una panorama en constante cambio en el sentido más amplio.

Desorbitado

Durante los últimos años, e incluso en semanas recientes, se ha divulgado que no pocos servidores públicos han viajado fuera del país para participar en ferias, aprender de otras experiencias o promover el destino; sin embargo, ha quedado en evidencia que van a descansar o conocer, con cargo al erario, y no con ese inaplazable objetivo. Los viajes de placer corresponden, en todo caso, al ámbito privado. Lo condenable es meter la mano en las arcas y pasear con familiares o amigos.