Los millennials y la “sacudida”

Durante las últimas horas los medios de comunicación han destacado una faceta del rescate por el terremoto...

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Durante las últimas horas los medios de comunicación han destacado una faceta del rescate por el terremoto, que vale replicarla, porque sorprende con gusto: los millennials han encabezado los esfuerzos entre los escombros. Estos jóvenes, hombres y mujeres, han demostrado una solidaridad inaudita, contraria al estigma endilgado en torno al hedonismo, la pereza y la arrogancia.

Sin restar los méritos evidentes a profesionales y expertos, nacionales o extranjeros, esta generación está asumiendo un rol protagonista en una etapa de crisis, como suele suceder en las grandes transformaciones de una sociedad vapuleada por una contingencia de envergadura, como esta. Los ejemplos son incontables en el mundo.

Incluso, en el sismo de 1985 el columnista Emilio Viale publicó en El Universal “¿Quién convocó a tanto muchacho, de dónde salió tanto voluntario, cómo fue que la sangre sobró en los hospitales, quién organizó las brigadas que dirigieron el tránsito de vehículos y de peatones por toda la zona afectada? No hubo ninguna convocatoria, no se hizo ningún llamado y todos acudieron”.

Lo mismo pasó esta vez. Solo que ahora se sabe en tiempo real gracias a las plataformas de comunicación y su voluntad gana notoriedad debido a esas etiquetas que posiblemente son injustas, ya que demuestran lo contrario. Porque cuando alguien se percata de que la mayoría no lo hace por moda (no para la “selfie”), sino por puro amor a la nación, el ímpetu solidario es incuestionable.

Habrá excepciones. Pero da gusto verles en avenidas, albergues y centros de acopio organizando o dirigiendo, algo que nunca, decían, harían por su egoísmo con flojera. Y resultó que no fue así: donan sangre, cargan víveres, relevan a los rescatistas o piden lo que hace falta mediante la tecnología que antes les servía –decían, también- para el puro placer.

Notamos en sus rostros cansados ese dolor que acompaña a esta generación de sufrimiento por tantas tragedias: violencia, inseguridad, corrupción, impunidad y vicios, a las cuales no escapa ninguna clase social. Eso se refleja en terreno, pues en tales condiciones las jerarquías y los estratos sociales de poco o nada sirven.

Desde ciertos sectores se insiste en la idea –con justa razón- de que lo hacen por la desconfianza hacia las instituciones públicas y contra aquellos que pudieran utilizar la ayuda con fines electorales en un contexto ya politizado; sin embargo, prevalece más el ánimo por aportar que por evitar un lucro. En todo caso, el fin último es que no sufran más aquellos, no que dejen de ganar los otros.

Y ahí siguen, rifándosela como si no hubiera mañana.

Desorbitado

Cedieron a la presión: los dirigentes partidistas recanalizarán, en distintos porcentajes, los recursos hacia los damnificados. Es dinero de los ciudadanos, no de ellos propiamente tal, por lo que la ayuda tiene comillas. Lo importante será vigilar que llegue a destino, como se hace con los víveres, las cobijas y el resto de las aportaciones. Más que nunca, tienen los ojos encima.

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