Con artritis, diabetes, depresión y sin dinero, Marisela mantiene a su familia

Para esta mujer, quedarse en casa no es opción; sale todos los días a buscar comida donada para su familia.

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(Paola Chiomante/SIPSE)
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Cancún.- Todos los días Marisela se levanta, toma su bolso y dejando todo sentimiento de vergüenza atrás, atraviesa su puerta para caminar más de 20 minutos en busca de un plato de comida para su familia.

En casa le esperan su esposo de más de 80 años y su hija discapacitada, quienes dependen al 100% de lo que ella pueda conseguir en la calle, y es que la pandemia no sólo les obligó a confinarse en una pequeña vivienda de apenas dos cuartos, sino que les quitó el único medio por el cual podían sobrevivir, la venta de artículos de bisutería en los tianguis.

“Me da pena, me preocupa enfermarme, pero él empieza a llorar cuando ve que no hay comida, mi hija me pide leche todos los días y tampoco hay. Hoy desayunamos dos huevos y cuatro tortillas, pero a veces no tenemos ni eso”, dijo reprimiendo las lágrimas y esperando que su esposo e hija no la escuchen a través de la puerta de madera.

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Aunque busca ser fuerte, en varias ocasiones su voz se quiebra al intentar explicar la precariedad de su situación, que se agrava con las limitaciones que le dejan sus múltiples enfermedades, como una diabetes de más de 30 años y artritis, que le impiden moverse con facilidad.

“Me duelen mucho mis pies y mis manos, camino con mucho dolor, ni siquiera puedo voltear las tortillas, cuando me dan masa yo las torteo, pero el viejito es quien tiene que venir a voltearlas al fuego, a mi me duele mucho”, dice.

Marisela también padece de depresión, enfermedad que fue propiciada tras la muerte de su madre, y que constantemente la aqueja, sobre todo al no poder ofrecer mejores condiciones de vida a su familia, que cada vez que llueve tiene que lidiar con las goteras.

 

“Mi hija mueve la cama un poco y dormimos en la orilla, pero toda el agua se escurre (...)  de la humedad el techo se está cayendo, hasta tuve que poner un pabellón para que los restos no nos cayeran encima”, dice nuevamente entre lágrimas y agrega que ha pensado en el suicidio: “un día de la desesperación se me ocurrió abrir el gas, pero no pude”.

Tanto ella como su esposo han intentado conseguir ayuda de los programas sociales, pero solo obtuvieron una pensión de dos mil pesos cada dos meses, dinero con el cual pagan el agua y la luz, que en esta ocasión llegó de más de 900 pesos, pese a que solo cuentan con un refrigerador, estufa y un ventilador.

“Una vez fue al municipio y sólo contestaron que si él tenía nietos, que entonces ellos lo mantuvieran, ese día él regresó llorando y no volvimos a intentar otra vez”, dijo.

¿Cómo ayudar?

La Ciudad de la Alegría se ha ofrecido a recibir donativos y hacerlos llegar periódicamente a la familia de Marisela. 

Lo único que hay que hacer es empaquetar la ayuda a nombre de Marisela Acosta (como referencia se puede mencionar esta nota o el video de Facebook) y llevarla a la Fundación Ciudad de la Alegría, que se encuentra en la Carretera Mérida Km 308. El teléfono es 898 62 93 / 25 / 30.

La directora, Katy Rosado, dijo a Novedades Quintana Roo que su equipo se compromete a entregar cada semana lo que se recaude en las instalaciones de la organización. 

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