“Mi papá me decía que no valía nada, me dejaron en la calle"

La historia de Lucía, una mujer que apenas siendo una niña fue abandonada a su suerte; después de tanta adversidad, la vida por fin le sonríe.

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Su hogar, es una casa rentada en la colonia Adolfo López Mateos, es de piso de tierra con escaso mobiliario, pero todo muy limpio. (Francisco Sansores/SIPSE)
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Ernesto Neveu/SIPSE
CHETUMAL, Q. Roo.- Ella nació sin piernas y sin un dedo en la mano derecha. Hija de una familia numerosa y de muy escasos recursos, fue abandonada a su suerte cuando apenas tenía nueve años de edad.
“Me acuerdo que mi papá me decía que no servía para nada, que no valía nada, me dejaron en la calle”, nos relata con aplomo, sin quebrar la voz y mirando a los ojos, Ana Lucía Torres Aguilar.
 
Apenas siendo una niña, Lucía encontró cobijo en una congregación de monjas, las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús la recogieron y le brindaron un poco de estudios. Ella ayudaba en las tareas de la escuela que las religiosas aún poseen, hasta que alcanzó la edad madura.
 
“Yo tenía como 33 años cuando me forzaron. Me agarraron a la fuerza. Así nació mi hijo, no porque me quisieran mucho. Y le doy gracias a Dios. Mi niño está estudiando con las religiosas. A él también le dieron la oportunidad, como a mí. Tiene siete años, es muy tranquilo y lleva puro 10 hasta ahorita” detalló Lucía.
 
Para sostener al jovencito José Francisco, Lucía sale con su silla de ruedas desde las ocho de la mañana coloca la nevera frente a ella, y se aventura por las calles de la capital vendiendo saborines para sacar de 200 o 300 pesos a la semana, cuando bien le va.
 
Mientras le suma algunos puntos a su tejido, Ana Lucía Torres Aguilar, de 41 años de edad, nos platica que antes de conocer a Rafael Gabriel Martín Vázquez, ahora su esposo, ya contaba con sus vecinas y otras amigas que la quieren, la aprecian y le prestan ayuda, aunque ahora se siente mucho mejor.
 

 

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