“Mi pasión siempre serán los caracoles de mar”

De aventurero a cantante, de “bolerito” a funcionario, de empresario a pescador y como buzo, Óscar descubrió su pasión.

|
Óscar conoció en la playa el amor y el oficio de Pescador. (Internet)
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

 

Abigail Becerra/SIPSE
CANCÚN, Q.Roo.- De aventurero a cantante, de “bolerito” a funcionario, de empresario a pescador y como buzo descubrió su pasión. El tabasqueño Óscar Jáuregui Flores llegó a Cancún movido por la aventura. 
 
Huérfano de padre y con una madre que reinició una vida en la que no había cabida para él, decidió iniciar por su propia cuenta la travesía en los caminos de la vida, siempre ávido de conocer y experimentar lo que a su paso se presentara.
 
Al viajar sin rumbo fijo, “los aires” lo llevaron a la ciudad más grande de México, allá, en el Distrito Federal, al lado de dos amigos, hasta donde llegó con la idea de conquistar; uno de los adolescentes llegó para convertirse en boxeador profesional; otro, comerciante, y Óscar, para triunfar como cantante. Sus primeros pasos fueron cantar en el transporte público o calles transitadas, viviendo de las dádivas de las personas, pero después de un tiempo y las condiciones duras de la metrópoli, decidió moverse. 
 
De la Ciudad de México, motivado por un amigo lejano, se instaló en Quintana Roo, cuando geográficamente era llamado territorio, “tierra de nadie y por eso tierra de las grandes oportunidades”, recordó. Ahí trabajó de lustrador de calzado de los primeros funcionarios que políticamente administraban el lugar.
 
Un “meritito golpe de suerte” lo llevó a ser el primer fiscal de Cancún, a los 17 años, cargo que pudo haber desempeñado aun cuando Quintana Roo se convirtió en estado y por invitación directa de Alfonso Alarcón Morali, el primer presidente municipal de Cancún, quien le auguró una carrera próspera y duradera como funcionario vitalicio. Sin embargo, durante su desempeño administrativo fue seducido por la majestuosidad del mar Caribe y todas sus riquezas, razón que lo hizo cambiar de giro.
 
Óscar presume que fue unos de los primeros agentes de ventas en promocionar y vender a los extranjeros “tours” por la ruta maya, donde monetariamente ganaba muy bien, pero la satisfacción de ver a gente de otros países maravillada de los mismos paisajes, infestados de flora y fauna,  única en el lugar y movido por la cultura maya, fue el mejor pago.
 
Un poco más de 800 pesos costó su primera embarcación, la cual fue comprada a don Aristeo Velázquez, “un capitán de altura” como lo llamó, pagada por su madre como un regalo para iniciar su propio negocio: transportar a sus primeros visitantes a los lugares que a él más le atraían, además de proporcionarles en el tour comida incluida. De esta primera inversión generó ganancias para comprar dos embarcaciones más, una con fondo de cristal para observar los arrecifes que fue todo un éxito por mucho tiempo.
 
Sin embargo, su mente y cuerpo pedían más, no sólo ser el proveedor de aventuras, sino también vivirlas, por lo que decidió establecerse en Isla Mujeres, donde conoció el amor y el oficio de pescador inducido por su suegro.
 
No tardó mucho para iniciar a bucear a “pulmón” con 11 y 12 metros de profundidad, asesorado por Ramón Bravo Prieto y Carlos Benavides, dos grandes buzos con los que aprendió a sortear las profundidades y conocer la riqueza marina para explotar con mesura las cavernas para encontrar langostas, caracol, algunos de tantos manjares bien pagados por los turistas.
 
Fue ahí que la diversidad de caracoles comenzó a obsesionarle, aunque nunca conoció su nombre científico, reconoce con sólo verlos si el caparazón es de caracol Chakpel, Abanico, Tigrillo, Bocicón, Tritón, Clemacho, Chino rosa, Brincador, Garra de León, Chivitas, Tomburros, entre otras especies diferentes de caracoles que son actualmente su forma de vida, ya que con ellos realiza un sinfín de artesanías para los visitantes, que en su composición dan forma de “chismosos”(colgantes que suenan con el viento), los cuales se ponen detrás de las puertas para anunciar la llegada de alguien; diseños de lámparas, contenedores de líquidos, platones o naturales que sirven como adornos al interior del hogar.
 
Aunque Óscar se siente bendecido con los trabajos que ha desempeñado con todo lo relacionado al mar, este es el que más disfruta desde hace 40 años.  “Mi pasión siempre serán los caracoles de mar”, con ellos siente unirse al equilibrio del universo y estar satisfecho cuando algunos de sus compradores adquieren “un celular maya”, un caracol que suena como el de los antiguos mayas.
 
Para este hombre de mar las aguas cálidas turquesas del caribe las lleva en el alma, si algún día tuviera que decidir en qué lugar morir elegiría sin pensarlo el mar, ese extenso gigante que le regalo vivir con felicidad y dignidad muchos años de su existencia.

Lo más leído

skeleton





skeleton