Millenials, ¿la salvación del planeta?
Seguramente hemos oído y seguiremos oyendo más de esta generación que refiere a aquellas personas nacidas entre los años 1981 y 1995...
Seguramente hemos oído y seguiremos oyendo más de esta generación que refiere a aquellas personas nacidas entre los años 1981 y 1995, jóvenes de entre 20 y 35 años que se hicieron adultos con el cambio del milenio.
Según la empresa Deloitte, en el año 2025, esta generación representará el 75% de la fuerza laboral del mundo, y de acuerdo con American Express, son el mercado de mayor crecimiento para el sector turismo.
Los estudios e investigaciones sobre esta generación abundan: desde aquellos que hablan de su tendencia a la hiperconectividad y la necesidad de generar soluciones digitales para ellos, pasando por aquellas que analizan su comportamiento en relación a los compromisos (de trabajo, de pareja), y aquellas, en las que me quiero centrar hoy, que analizan su comportamiento frente a las marcas que consumen y cómo se comportan ante ellas.
Los millenials son nativos digitales, donde es tan importante la realidad y el tema virtual; plataformas digitales on demand como Netflix, o nuevos sistemas de transporte como Uber o Cabify, o formas alternativas de viaje y hospedaje como Airbnb son el pan de cada día para un grupo que busca alternativas a los modelos tradicionales.
Como ya no trabajan como antes (en un horario establecido y con reglas corporativas) tampoco viajan como antes; tienen mucha más libertad para elegir sus destinos y sus tiempos de viaje y, aunque en general el poder adquisitivo puede que no sea mayor, si tienen preferencia por gastar de forma local y vivir experiencias en destino. Tal vez no viajan una semana a gastar miles de dólares en un destino, pero si reparten mucho mejor su gasto en el tiempo que viajan; incluso, muchos de ellos son nómadas digitales, y cada vez hay más ejemplos de jóvenes que se dedican a viajar, a hacer turismo y trabajar en los destinos donde llegan y generar un mayor vínculo con la gente local.
Y tienen valores diferentes: les gusta la colaboración aunque les interesa también el protagonismo, no buscan poseer sino más bien tener la posibilidad de compartir, entre ellos y entre los demás, y aparentemente son más exigentes con las compañías, en las que buscan ya no solo la marca o el status, sino que buscan en ellas o en sus representantes valores como transparencia, sustentabilidad y compromiso social.
¿Y por qué el título de este artículo? Bueno, en referencia a una conferencia que escuché hace poco donde el expositor comentó que el poder que tiene esta generación en cuanto a generar presión hacia políticos, empresas y organizaciones y cambiar las dinámicas sociales.
Y esta afirmación me puso a pensar si realmente esta generación, y las que siguen, pueden generar cambios sociales y ambientales radicales. Y mi respuesta es: depende.
Primero, depende de que los jóvenes de hoy se comprometan con objetivos a largo plazo bien pensados y analizados; mandar un tuit para dar su opinión sobre un tema (que conozcan o que a veces no conocen), no significa que vayan a cambiar la realidad social y ambiental. Roma no se hizo en un día, y las revoluciones no las genera un tuit, y aunque ahora creamos o nos quieran hacer pensar que si, no hay cambio sin compromiso a largo plazo, y eso los millenials deben tenerlo muy claro.
Segundo, depende de quién los lidere; estas nuevas “tribus” requieren liderazgos informados, capacitados, con sentido social, ya que para ellos es muy importante, como dice Seth Godin, tener a alguien que los lidere. Si los liderazgos no son efectivos, no podemos esperar un cambio.
Y tercero, depende de la calidad de la información que reciban por los diferentes medios que usan, y la posibilidad de llevar esto a un verdadero “llamado a la acción”; sin información veraz, validada, seria, oportuna y clara, tal vez podemos estar hablando de graves consecuencias hacia el planeta y la humanidad.
Y ahí les encargo del compromiso que tenemos nosotros, los pre-millenials (considerando a todos aquellos anteriores a los 80s) con lo que decimos, hacemos, generamos, invocamos y promovemos. Un mal paso podría (si no es que ya lo está) generar una generación vacía, resentida y sin impulso para enfrentar los retos de los próximos años.