El muro del silencio

Cuando las redes surgieron, el mundo digital se transformó de repente en un caudal imparable de nuevas ideas...

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Cuando las redes surgieron, el mundo digital se transformó de repente en un caudal imparable de nuevas ideas, propuestas, situaciones que desafiaron nuestra idea de la conexión humana, y prácticamente no había jornada en que no sucediera algo interesante o se probaran métodos para comunicar y difundir información.

En aquellos días, las redes eran no sólo novedad, sino la voz de muchos, pues entre el gran barullo digital, se encontraba el contenido 100% real, las historias no sólo eran verídicas, sino muchas veces, compartidas entre varios usuarios y nadie las ponía en duda, porque en teoría, nadie estaba dispuesto a “quemar” su imagen en las populares redes sociales.

Sin embargo, ese paraíso de la comunicación no sobrevivió a su éxito. Hoy, incluso Facebook está alarmado por la baja calidad del contenido que se publica en las redes sociales. No hablamos de las #FakeNews, sino de producto en sí mismo, problemática que la red social por excelencia llama “colapso de contexto”.

Esta situación, en términos sencillos, se refiere a que los usuarios de Facebook ya no publican vivencias personales (entiéndase “lo que hace o piensa”, no cuestiones privadas), sino que se dedica sólo a compartir contenido de otros sitios, transformando su experiencia digital en algo impersonal, frío y que no invita a sus seguidores compartir su experiencia, marcando así una tendencia: los muros del silencio.

Esto se puede explicar de dos formas, primero, por el innegable crecimiento de las redes sociales. Facebook y Twitter, las pioneras en enfocarse a la gente, hoy son tan grandes que ya no representan un nicho cómodo para compartir acerca de nuestra vida, pues este tipo de publicaciones se ahogan en el mar de comparticiones, memes, sitios y publicidad que pululan en el “timeline”. Ante esta situación, muchos usuarios optan por irse a redes sociales más pequeñas, o menos complicadas, como Snapchat e Instagram, donde no hay tantas reglas para publicar, y por ahora, su interfaz de usuario es más “amigable” y controlable.

La otra razón es tal vez más la más dura de aceptar: en las redes sociales de hoy la individualidad ya no cuenta, destaca, es cierto, pero ya no es la mejor carta de presentación. Para “ser algo” (aunque suene tonto) en el mundo digital de nuestros tiempos, el usuario está forzado a tomar partido, a decantarse por una u otra moda, y en menos de lo que escribe 01010011 01001111 01010011, cambiar a la siguiente que imponga la mente colectiva que maneja las redes.

Para mucha gente, esta situación resulta cansina, ¿para qué entrar a las redes sociales si todo está dicho ya? Lejos quedaron los tiempos en que nosotros, los usuarios reales, dábamos el contenido al universo digital. La solución, porque todo tiene una, también es muy sencilla: limpiar los contactos, ser más selectivos para que nuestro muro o “timeline” en Twitter muestre algo que nos despierte la curiosidad y ganas por generar contenido verdadero, y no las tendencias que imponen los “influencers”.

El planeta de los simios

¿Hablamos del planeta, la película o el musical con Troy McClure? ¡No! Del “timeline” de @realDonaldTrump y @NicolasMaduro, que entre dimes y diretes, sanciones y peroratas, demuestra que la única diferencia entre ambos, es que uno es rubio, y el otro, tiene bigote. Sólo dé una vuelta por sus cuentas y descubrirá las similitudes.

Lo más leído

skeleton





skeleton