Nuestra Señora del Amazonia

El fuego arrasa con gran parte de la selva amazónica y casi con el mismo efecto...

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El fuego arrasa con gran parte de la selva amazónica y casi con el mismo efecto, las redes sociales se llenaron de humo: del espeso smog del activismo de sillón.

Desde que las redes sociales se hicieron populares, no hay tragedia mundial que no sea inmediatamente objeto de tendencias, hashtags y hasta memes, sin embargo, pocos de estos llegan a una conclusión positiva más allá de despertar el interés temporal del gran público digital, y esto por etapas: indignación, para pasar a la burla y finalizar con el natural olvido, que abre paso a una nueva tendencia. Y el cuento seguirá hasta el infinito.

Aparte de que esta tragedia ambiental ha sacado el consabido uso de las #fakenews, al grado que la agencia AFP tuvo que abrir un hilo en Twitter para desmentir casi todas las fotos que los usuarios se desvivieron por compartir (como la del monito “llorando” sosteniendo a otro primate); lo cierto es que el incendio en la Amazonia trae consigo otro problema, igual de grave, pero aún más triste: la incapacidad de los ciudadanos digitales por darle la justa dimensión a las cosas.

Dice el dicho que no hay que confundir peras con manzanas, y esto es justamente lo que muchísimos usuarios están haciendo con el incendio en la selva, al comparar la reacción mediática de este hecho con el fuego que arrasó con la catedral de Notre Dame: ridiculizan una tragedia para ensalzar otra, incluso, tachan de hipócritas a quienes decidieron usar su dinero para la restauración del monumento y “no soltar un céntimo” para salvar a la selva amazónica. Sinceramente, una actitud muy #shameonyou.

A los usuarios digitales se les olvida (como casi siempre) el contexto de ambas noticias, la realidad de cada país, y en especial, que no hay tragedia “menor”: para Francia, es evidente que Notre Dame es un símbolo de su historia, no es “un simple templo”, sino una representación arquitectónica de su arte y cultura, ergo, el incendio fue una tragedia dentro de su contexto.

Por su parte, los incendios en la Amazonía son un aviso trágico del descontrol que priva en Brasil y países aledaños que no han podido (y otros, ni querido) poner un alto a la deforestación del llamado pulmón del mundo; pues la selva ya se convirtió en un botín político en el que el medio ambiente poca vela tiene en el entierro. Y todo esto tiene una razón: a las redes sociales se les olvida el pasado, y por ende, cada hashtag o meme siempre parece ser “la novedad”, la tendencia que “hay que seguir”.

Las redes sociales están hoy movilizando al mundo para que voltee hacia Brasil y “presione” al gobierno de Bolsonaro para cuidar la Amazonía, hecho que está por demás decir que es maravilloso, pero todas sus buenas intenciones se desvanecen si para lograr su objetivo es necesario ridiculizar otra tragedia, si para salvar un tesoro ambiental se tiene que mofar sobre la pérdida de un valor artístico y cultural.

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