Niña vende ciruelas para ayudar a la familia

Del 2014 a la fecha, se han detectado 109 casos de menores que laboran en espacios abiertos.

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Alma ayuda a la economía familiar con la venta de ciruelas en una ranchería de la zona ejidal. (Adrián Barreto/SIPSE)
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Adrián Barreto/SIPSE
PLAYA DEL CARMEN, Q. Roo.- Alma ayuda a la economía familiar con la venta de ciruelas, por las mañanas se le puede ver a las afueras de una ranchería de la zona ejidal. Se para a la orilla de la carretera que atraviesa las propiedades ejidales y a sus tiernas manos de 11 años, cargan bolsas de ciruelas a cambio de 10 pesos, un trabajo que para ella le genera un peso con 50 centavos por cada ración vendida.

En cinco minutos y casi 25 autos que pasaron en ambos sentidos, la niña no vendió una bolsa. Desde el cenote Chaak Tun, ubicado a unos cuatro kilómetros al poniente de la prolongación Juárez, se puede ver a la niña en la entrada de la ranchería protegiéndose la cara con una capucha para detener los rayos del sol, y con una capucha como protección.

Ella forma parte de los menores que viven ocupados en un empleo, aunque en una condición informal. Según el Módulo de Trabajo Infantil, un estudio realizado en 2013, en Quintana Roo hay o había en ese año 37 mil niños así.

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Trabajo infantil 

Para conocer una cifra más actualizada se deberá de esperar a que el periodo electoral termine, dijo Enoel Pérez Cortez, delegado federal del Trabajo, quien en febrero pasado había informado que el programa México sin Trabajo Infantil no había generado mucha participación de las empresas. Solamente tres sindicatos y dos ayuntamientos se apegaron a él

No obstante, el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) informó que hasta abril de este año y desde el 2014, detectó 109 casos de menores que laboran en espacios abiertos, relacionados con la venta de dulces, artesanías y alimentos, entre otros artículos, así como recogiendo latas, PET o cartón, incluso, pidiendo dinero.

Muchos de ellos han sido re enfocados a las escuelas, y general son niños de familias de escasos recursos, así como Alma, quien llegó a trabajar en una de las rancherías de la zona ejidal junto con su mamá, quien es trabajadora doméstica.

La menor dice que sabe leer y escribir, pero vende las ciruelas mientras la meten a la escuela, luego de una temporada de no asistir y haber truncado el tercer año en el estado de Chiapas.

“Venimos aquí porque mi hermano se enfermó en una construcción”, alcanza a decir antes de que una voz le llame desde el interior de la casa, y ella se arrime a la sombra de un árbol para refrescarse pero también para reponer la bolsa de fruta que acaba de vender y que le ha dejado una ganancia de un peso y 50 centavos, aunque por una vez, con propina.

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