La globalización no es una panacea

La globalización no es la panacea para los problemas económicos del mundo.

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La globalización no es la panacea para los problemas económicos del mundo. Casos muy concretos como el de Gran Bretaña y Francia dicen que la globalización ha sido un fracaso económico y una devastación social, pues sólo ha servido para que las grandes corporaciones se enriquezcan, lo cual hacen a costa de los raquíticos salarios que pagan a los empleados. En nuestro país podemos ver que los puestos bien pagados difícilmente los ocupan los connacionales. La globalización ha ido eliminando fronteras, culturas, y hasta gobiernos y monedas. Europa es un claro ejemplo de ello. Gran Bretaña abandonó la Unión Europea porque sus políticas (como la de inmigración), estaban siendo dictadas desde Bruselas por funcionarios que ni siquiera fueron electos, y las cuotas obligatorias de inmigración musulmana estaban destruyendo su sociedad, su seguridad y su cultura. Lo mismo está pasando con Francia. La globalización invoca la libertad de comercio a costa de la autonomía de las naciones, pues las diferencias entre las naciones se dirimen ante la Organización de Comercio, y las cuestiones legales ante la Corte Internacional.

La globalización está deshumanizando al mundo, al derribar barreras para facilitar la comercialización, pues lo que importa es la economía, y el ser humano es sólo el instrumento a su servicio. Los intereses económicos se anteponen al bienestar personal, al cuidado del medio ambiente, y a la situación social, que son sólo variables que deben ser ajustados a los intereses del Gran Capital. De manera lenta y progresiva, la globalización asfixia a las naciones, a sus gobiernos, a su población, y a su economía, pues son los grandes capitales los que dictan las reglas, y, es tal el poder que ejerce el Gran Capital, que la economía de una nación entera puede caer en un instante. Poco a poco los países van perdiendo –como sucedió en Europa– su identidad, sus fronteras, su moneda y su autonomía. Lo que rige ahora la relación entre países son cuestiones de mercado. Pero no todos comulgan con esas ideas. Por tanto, veremos naciones como Grecia, Francia, y tal vez Alemania, Hungría y otras siguiendo los pasos de Gran Bretaña, por el bien de sus intereses políticos, sociales y de libertad, porque la dignidad y la autonomía son más importantes que el dinero.

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