Escuela y salud emocional

No hay nada más triste que ver a un estudiante batallar con su aprendizaje

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No hay nada más triste que ver a un estudiante batallar con su aprendizaje y que sus padres no reconozcan la legitimidad de su esfuerzo. También, que esa lucha se sobredimensione para justificar un mal rendimiento o incluso el abandono de la escuela.

 

No sabemos muy bien qué hacer con los jóvenes que experimentan, lo reconozcan o no, problemas con su vida. O no les creemos, y por lo tanto no los apoyamos, o suponemos que no están hechos para la vida escolar y que es mejor que la abandonen. En ambos casos se violenta su derecho a recibir una educación de calidad en un ambiente de convivencia armónica.

 

Es común observar en las escuelas un aumento en la ansiedad de las y los estudiantes. No es difícil proponer las causas: violencia, incertidumbre, duda sobre las propias habilidades... Este estado de agitación o inquietud emocional les ocasiona depresión, conductas autodestructivas —como hacerse cortes en la piel a propósito— y bajo rendimiento. Por lo mismo, la salud emocional estudiantil es también responsabilidad de las instituciones educativas.

 

En las escuelas, para atender la salud elemental de cualquier joven, es común que se ofrezcan los servicios de consejería u orientación psicológica. Este servicio resulta indispensable y, cuando existe, es bien recibido y calificado por el propio estudiantado que lo recibe. Sin embargo, no es suficiente.

 

Por un lado, es injusto, y hasta insensato, creer que un especialista en psicología puede ser el único responsable de apoyar o aconsejar al estudiante para que resuelva sus problemas existenciales; el bienestar del estudiantado es responsabilidad de todas las personas que trabajan en una institución educativa. Por el otro, el joven o la joven no vive en el vacío sino dentro de un contexto; es posible que toda la familia necesite recibir atención, aunque la institución educativa no esté en posibilidad de darla.

 

Una posible salida consiste en que a los equipos de psicólogas, enfermeros y otros especialistas de la salud que tradicionalmente laboran en instituciones educativas, se sumen alianzas con instituciones externas que puedan apoyarlos, como hospitales públicos. También, que la formación docente capacite para que los futuros profesores y profesoras puedan identificar signos y síntomas que adviertan sobre algún problema de salud emocional en sus estudiantes.

 

La innovación educativa que se nos presenta como urgente es la creación de una cultura escolar donde lo más importante, mucho más que el plan de estudios o las calificaciones, sea el bienestar de todos y cada uno de los estudiantes. Esto sí sería realmente nuevo. Y efectivo para un buen aprendizaje.

 

*Maestría en Innovación y Gestión del Aprendizaje, Universidad del Caribe (https://pupitresletrasycerebros.blogspot.com/)

 

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