Tiempos de cambio

Cada año llega el Día de la Mujer y con él la reflexión...

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Cada año llega el Día de la Mujer y con él la reflexión sobre la constante y hasta agotadora, lucha por la igualdad, que tristemente, muchas veces parece dar un paso para delante y dos para atrás.

Sin embargo, este año es diferente. En meses recientes el movimiento #MeToo encabezó todos los titulares, cuando después de años de silencio, estrellas de Hollywood comenzaron a revelar los abusos y acosos sexuales de los que han sido víctimas por parte de hombres poderosos de la industria.

Y apenas hace unas semanas, el movimiento llegó a México, en la voz de Karla Souza, quien denunció que en los inicios de su carrera había sido violada por un director.

Aunque poco a poco el movimiento va tomando fuerza, el camino es largo y tortuoso. Descalificar a las mujeres que se atreven a denunciar, juzgarlas, decir qué debieron hacer y cómo, e incluso, hasta lincharlas mediáticamente, es la respuesta más común.

Las mujeres que tienen más posibilidades de que su testimonio sea considerado verdadero por la opinión popular, son las que han sido víctimas de un mismo abusador, como el caso de Harvey Weinstein. Rose McGowan, Salma Hayek, Gwyneth Paltrow, Uma Thurman y Ashley Judd se encuentran entre ellas.

Pero si el caso es aislado, la mayor parte del público prefiere culpar a la víctima o no creerle. “¿Por qué no denunció antes? ¿Por qué no hizo algo? ¿Por qué siguió trabajando ahí?” Cómo si nosotros pudiéramos siquiera tener la más remota idea de los traumas, dudas y complejos que generan esta clase de abusos, y en particular, el miedo de que si denuncian, la única que saldrá perdiendo, es la víctima.

Es muy fácil juzgar a la ligera, y opinar sobre cosas de las que no sabemos nada.

¿No sería mejor que en vez de linchar a quien se atreve a denunciar, nos preguntemos en qué está fallando la sociedad, que tantos hombres abusan de las mujeres de manera sistemática, sintiéndose con el pleno derecho de hacerlo?

El sexismo está tan enraizado en nuestra cultura que muchas personas ni siquiera lo notan, pero lo cierto es que en ese sentido, no hay mucha diferencia entre la cultura de la violación y la época de la cacería de brujas. Diferentes épocas y contextos, misma actitud: La mujer es la culpable. De lo que le hacen, de lo que no, de cómo reacciona, de si no reacciona. De provocar a los hombres (como si éstos estuvieran de carentes de cerebro y autocontrol).

Al final estamos hablando de ver a la mujer como un ser humano de segunda, cuyos derechos y libertades no se valoran ni se aplican en igualdad con los hombres.

¿Qué tal si empezamos por cambiar la narrativa y darnos cuenta que el problema es cultural?

Educar a las nuevas generaciones

Ta vez la única manera de disminuir esta epidemia de abusos es, como suele ser en cualquier otro tipo de problema social: ir a la raíz del mismo.

Educar a los niños y jóvenes no sólo en el seno familiar, sino como parte medular y obligatoria de los planes de estudio. Sólo así podrán tener valores sólidos tan bien cimentados que cuando salgan al mundo y se enfrenten con el bombardeo sexista y misógino que plaga la cultura popular y de entretenimiento en particular, su influencia no determine su comportamiento.

Necesitamos una cultura trabajo en equipo, de hombres que apoyen, respeten y valoren a las mujeres, y no sea sólo una batalla de los sexos, como suele parecer con frecuencia. Al final, el beneficio es para ambos. Los hombres también viven una fuerte presión social para desempeñar el rol de “machos”.

Mientras la cultura del respeto a la mujer no se masifique al nivel en que la misoginia y acosos se han masificado, no veremos ningún avance, y seguiremos viviendo en desigualdad.

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