Urgente fomentar cultura de género

Hablar en pleno 2018 de violencia de género, debería provocarnos cuando menos “repugnancia”

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Hablar en pleno 2018 de violencia de género, debería provocarnos cuando menos “repugnancia” puesto que es un tema que deberíamos de haber erradicado hace años. Sin embargo, me invade una gran pena el tener que redactar estas líneas a raíz del espeluznante caso de la joven AP que se registró en la capital del estado a manos de un energúmeno. Primero hay que mencionar que la violencia de género puede incluir, asaltos o violaciones sexuales, prostitución forzada, explotación laboral, el aborto selectivo en función del sexo, violencia física y sexual y así podía seguir nombrando un sinfín de actos de violencia de género.

 

Centrándonos, en la noticia que tiene consternada a toda la sociedad chetumaleña, podemos mencionar, que es cierto, que se han reducido los comportamientos sexistas entre los adolescentes pero se han incrementado los casos de malos tratos entre personas adultas, sobre todo aquellos que bajo los influjos del alcohol y drogas se sienten superiores desquitando sus traumas con indefensas mujeres, como el caso en mención. Y es que es triste pero tenemos que reconocer que la violencia de género hacia la mujer se encuentra arraigada aun en México pues el 66.1% de las mujeres han sufrido alguna vez en su vida agresiones de tipo sexual, física, laboral y emocional según datos Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). México, país que junto con el norte de Centroamérica se presentan niveles de crisis severa respecto al feminicidio. La ONU consideró que las cifras de este delito están tomando una magnitud y ensañamiento devastador, ya que dos de cada tres mujeres asesinadas mueren a causa de su género.

 

Desde el piropo como halago y el maltrato como un tema de pareja, hasta el homicidio por celos o alcohol, todo forma parte de lo que el machismo presenta como verdad para así mantener su mentira. Da igual que sean 1 o 1,000 las mujeres asesinadas cada año y otro numero igual o superior las maltratadas, al final, para el sexo fuerte cada uno de esos casos es un accidente o una excusa, y todos juntos ninguno. El problema de la violencia de género es el “machismo” que los alimenta. Cada agresor desarrolla su estrategia de violencia de manera diferente, aunque todos persiguen lo mismo: controlar a las mujeres para que no se salgan del guión establecido, corregirlas cuando consideran que se han desviado y castigarlas. La propia dinámica de la violencia muestra claramente que cada agresor reacciona ante el comportamiento y actitud de las mujeres, y frente a las circunstancias que envuelven los hechos.

 

La mera descripción del grave problema, su magnitud y la profundidad que alcanzan sus motivaciones parecen ser insuficientes para que la sociedad en su conjunto tome conciencia de las dañinas implicaciones colectivas que tiene; prácticamente a diario los medios dan a conocer hechos que sumados conforman una matanza sistemática, sin que las distintas instancias de gobierno atinen a articular medidas para detenerla de manera efectiva.

Un alto porcentaje de los hombres y mujeres que tienen a su cargo la misión de impartir justicia no están familiarizados con un crimen cuyos elementos no están acostumbrados a valorar. Los resultados, casi siempre, son investigaciones mal orientadas, acusaciones deficientes y sentencias simples.

Cuando el macho y los machistas ven que la sociedad está cambiando al incorporar y defender la igualdad donde ven que las mujeres y que estas se incorporan con normalidad a los espacios y funciones que le habían sido negados años atrás, interpretan que esa nueva realidad es un ataque a sus posiciones y responden con su argumento habitual, que es la violencia. Por eso creo firmemente que para erradicar la violencia física hacia la mujer la primera acción esta desde los hogares, comencemos cambiando la mentalidad a nuestros hijos varones de que la mujer nació para servirnos y estar en casa.

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