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Lo dice el presidente electo, lo dicen sus compañeros de ruta, incluidos los que estuvieron en las tres administraciones previas con el PRIAN, y lo dicen sus seguidores: el neoliberalismo estuvo a punto de llevarnos al Apocalipsis. Nos dejó en la miseria. Arrasó con la industria, de ahí por ejemplo que necesitemos a un hombre como Bartlett. Menos mal que los votantes reaccionaron a tiempo. Sin embargo, lo que parecen decirnos nuestros futuros gobernantes con sus promesas de gobierno es que sobra el dinero.

En los últimos días el presidente electo ha prometido varias cosas. Por ejemplo, abrir 100 universidades públicas en un año. Por austeras que sean, van a salir caritas. En todos los sentidos: caras de construir, sin duda, pero también, podría pensarse, por kilo de alumno titulado. Ahí está la Universidad Autónoma de Ciudad de México, con sus 800 y pico de titulados en 17 años. Si el modelo se repite, en 2035 México tendrá 80 mil y pico nuevos lics. No parece que eso vaya a significar un cambio sustancial en las condiciones de vida de las multitudes que viven en la marginalidad, como nos prometen, pero tengamos fe: igual las cosas funcionan de manera diferente esta vez. Ojalá que nos expliquen cómo. Porque, insisto, va a salir caro.

También se va a gastar una cantidad importante el nuevo presidente en garantizar el acceso universal a los servicios de salud. Están, ya lo dijo, estudiando el cómo. Esperamos impacientes.

Otra lana, suponemos, se va a ir en los delegados estatales que irán casa por casa a preguntar por las necesidades de cada individuo, de cada unidad de ese todo que es el pueblo. Y es que crear estructuras paralelas de gobierno a partir de “censos”, estructuras de esas que permiten no rendir tantas aburridas cuentas y llevar las bendiciones del Estado benefactor a quien las necesita sin intermediarios, es caro, como demuestran los muchos petrodólares dejados en eso por el chavismo o, antes, los comités vecinales del castrismo, tan eficientes.

Súmenle las refinerías, las becas, los “apoyos” a adultos mayores, las secretarías mandadas a los estados con sus camiones de mudanzas y la manita de gato al edificio en quién sabe dónde, y bueno… Se va a ir un billetote.

¿De dónde sale ese billetote? Por ahora, de los años anteriores. Del neoliberalismo, que, caray, parece que alguna abundancia siempre sí dejó. No se trata de caer en la mentalidad cinicota, tan tóxica, de recordar que los populismos viven de los remanentes del sucio capitalismo, y que colapsan cuando esos remanentes se terminan. Al contrario: ofrezco estas reflexiones para que enfrenten la semana con optimismo. Si ahorita alcanza el dinero, que va a ser sabiamente reorientado, ¿se imaginan lo que va a pasar cuando Bartlett haya terminado de hacer de la CFE una empresa top cinco, cuando el millón de árboles frutales convierta los páramos en arcadias, cuando las refinerías nos conviertan en la Noruega mesoamericana y las políticas de austeridad lleven el dinero a donde tiene que estar: tu casa, mi casa, las casas de todos?

Lo adivinaron: vamos a tener que acostumbrarnos a administrar la abundancia. Ya nos pasó antes, no sé si se acuerdan.

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