El tweet de la criada

Las redes sociales están plagadas de mensajes y conceptos que ayudan a crear ideas más grandes

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Las redes sociales están plagadas de mensajes y conceptos que ayudan a crear ideas más grandes, algunas utópicas y otras distópicas, pero todas están disponibles y abiertas a interpretación.

 

Margaret Atwood, en su aclamada “El cuento de la criada”, utiliza a Defred para describir un mundo atormentado por el miedo y acorralado en ideas fanáticas, misma que, según el personaje principal, tuvo muchos avisos, dio muchas pistas advirtiendo de su llegada, pero el mundo no las vio: no es que las haya ignorado, simplemente las dejó pasar de largo, pues ignorarlas hubiera implicado entenderlas y después darlas por falsas.

 

En nuestro mundo digital estamos viviendo algo similar en esencia, pero mucho peor en los hechos. Sea la red social que sea, estamos expuestos a caudales de información nunca vistos, datos contradictorios cargados de ideologías peligrosas -no tanto por su cáliz, sino por su ejecución- y la gran mayoría ha decidido hacerlas a un lado, aún y cuando nosotros sí podemos comprenderlas.

 

Ya sean los linchamientos, las #fakenews, concursos de belleza o el #NAICM, el hecho es que una ola de radicalismo se está apropiando del país. Legisladores intransigentes a las críticas, presidentes municipales que se encomiendan a una divinidad en sus tomas de protestas; del otro lado, incapacidad de diálogo, críticas personales e intromisión en la vida privada de los personajes públicos… todo ello en torno a la idea “la razón la tengo yo y nadie más”.

 

Las redes sociales nos exhiben en toda nuestra más primitiva personalidad y anhelos. Navegar por la red es hacerlo entre un mar de ideologías reaccionarias, contradictorias incluso con ellas mismas, voraces de seguidores, likes, retweets, deseando convencer al prójimo para que deje de lado sus propias ideas, predicando la verdad de la izquierda o de derecha, la tolerancia ‘a fuerzas’, o la divinidad ‘a como yo la veo’. El problema está en que nosotros, los ciudadanos digitales, sabemos que esas posturas son peligrosas, comprendemos que son capaces de salir al mundo real y sacrificar ideas y vidas, pero no hacemos nada.

 

Comprendemos su origen, sus acciones y consecuencias, pero tememos encararlas, las dejamos pasar pensando que, porque no nos afectan en este momento, no son problema al que debamos dedicarle tiempo. Lo tomamos con la naturalidad propia de un digital mundo diverso: ‘están loquitos’, ‘son trolles’, ‘son activistas de sillón’… pero omitimos que, por cada fanático en redes sociales, hay muchos allá en el mundo real sustentando su visión.

 

En un tweet

 

A @ernestodalessio nada más le tomó unos cuántos días darse cuenta que responder como un fanático religioso no es propio de un legislador… aunque siendo del PES, no se podía esperar otra cosa que eso: el tweet de un fanático.

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