Los huevos de oro

La ley para proteger a periodistas y activistas lleva 62 días en comisiones… ¡y contando!

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 Ya con candidato en el arrancadero –y casi desbocado– ya no se esperan de Enrique Peña Nieto mayores actos de gobierno y mucho menos con fines de desarrollo, pues todo indica que el régimen priista –con sus aliados, que nos son única ni necesariamente los nominales de siempre, pues ya parte de la derecha blanquiazul está respaldando a José Antonio Meade Kuribreña–– va a realizar un esfuerzo para conservar el poder, lo cual significa una profundización del abandono de las regiones, estados y actividades que no sean claramente electoreras. Olvidemos las inversiones, diríamos si no fuera porque todas las prometidas, especialmente en materia de turismo, resultaron pura ficción.

Así, como si nada, el secretario federal del ramo Enrique de la Madrid Cordero declaró que el turismo “está a todo dar”. En efecto: sin mayor esfuerzo por parte del gobierno mexicano en términos de cantidad de visitantes esta actividad colocó este año a nuestro país en el lugar mundial número ocho.

Para México, luego de la proverbial desatención y hasta desprecio del gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, que incluso quiso eliminar la cartera de su gabinete, el turismo debió convertirse en la actividad económica primordial. Los precios internacionales del petróleo llevan una década en contracción, la productividad y facturación de Pemex son cada vez peores y las remesas que envían los trabajadores mexicanos en el extranjero –principalmente en Estados Unidos– no han dejado de disminuir en lo que va de esta década. Las manufacturas de exportación –especialmente de la industria automotriz y la de tecnológica– que a principios del siglo crecieron de manera importante enfrentan la ominosa posibilidad del colapso debido a las inciertas negociaciones del Tlcan y las políticas económicas proteccionistas y antimexicanas de Donald Trump.

De nuestras fuentes de divisas el turismo no sólo permanece, sino que ha venido creciendo desde el último colapso, en 2009, hasta reposicionarnos dentro del top ten de los países, pero en vez de ganar la calidad estratégica en la economía nacional que evidentemente merece ha sufrido, año con año, fuertes golpes presupuestales.

La principal amenaza para el turismo es la inseguridad. La nueva ley en la materia tipifica el papel de las fuerzas armadas en la lucha contra la delincuencia organizada, y eso seguramente será de capital importancia –como lo reconoció expresamente el gobernador de Quintana Roo Carlos Joaquín González–, pero para abatir los delitos de alto impacto tanto del fuero federal como del común es necesaria una fuerte y constante inversión que, como se ha visto, no va a llegar de la federación.

La inseguridad prevalece en el estado y los recursos son insuficientes. Una patrulla fue baleada en Cancún con saldo de un policía herido de gravedad; el efectivo acompañante logró salir ileso. Nadie se salva. Los cuerpos policiacos que están haciendo un esfuerzo extraordinario para cuidar a la población están siendo sistemáticamente agredidos. La vida del policía caído corre peligro, aunque los médicos han dicho que tiene esperanza de salvarse.

La sociedad debe saber que los elementos de nuestras corporaciones policiacas exponen la vida, así como los policías y las fuerzas armadas. No sólo hay que incrementar sueldos. Hace falta herramientas de trabajo y medidas de seguridad a la altura de los tiempos en suficiencia y pertinencia tecnológica. Eso cuesta y mucho. No debieran ser nuestros empresarios a quienes hubiera que explicarles esto y la necesidad de resolverlo, pues no hacerlo sería degollar a la gallina de los huevos de oro de la que todos vivimos.

El aumento del uno por ciento al impuesto al hospedaje para invertir en seguridad contemplado en el paquete fiscal local es no sólo por el bien de la gente y la seguridad operativa de nuestras policías, sino en beneficio de la misma próspera industria de la que viven nuestros empresarios.

Piénsenlo.

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