Pobreza arrastra a la educación

Por mucho tiempo se ha mantenido la idea de que la educación erradica la pobreza...

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Por mucho tiempo se ha mantenido la idea de que la educación erradica la pobreza, sin embargo, en nuestro país, esta fórmula mágica no funciona ni podrá funcionar a menos que primero se resuelva el tema de la pobreza extrema en que viven millones de mexicanos. Cada sexenio se han creado nuevos modelos educativos y cambios de programas y planes de estudio para que, al final… sigamos en lo mismo, con una calidad educativa muy por debajo de muchos países con menor desarrollo que el nuestro.

Desde nuestra infancia, en la escuela se nos ha repetido infinidad de veces la vieja hazaña de aquel indio oaxaqueño analfabeta que cuidaba ovejas en un pueblo miserable y después de estudiar leyes llegó a ser presidente del país. ¿Por qué este hecho, tan distante en el tiempo, es recordado con tanta insistencia? Los discursos oficiales no dudan en presentar a la educación como el principal factor de cambio para el logro del bienestar individual y colectivo.

Es indiscutible tal afirmación, sin embargo, los discursos nos ocultan una realidad adversa: es la misma pobreza la que impide que los individuos puedan acceder a oportunidades educativas que les permitan superar la miseria; desafortunadamente, el caso del “Benemérito de las Américas” solo es una excepción a la generalidad confirmada por los principales indicadores educativos. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares, realizada por el Inegi en 2016, las tres entidades con mayor pobreza en el país son Guerrero, Oaxaca y Chiapas, curiosamente, estas entidades también presentan el mayor rezago educativo en nuestro país.

Se observa pues que la pobreza es un mal que impide el goce a plenitud del derecho educativo. Su erradicación es una condición esencial para que los individuos puedan asistir a una escuela y cosechar frutos a partir de esta experiencia. La pobreza, al igual que otras condiciones como la discapacidad o el origen étnico, constituyen obstáculos que propician que la marginación y las desigualdades no puedan ser superadas a través de la educación.

El mismo indio oaxaqueño al que se hacía alusión al inicio de este texto, Benito Juárez, emblema de la superación de condiciones adversas a través de los libros, reconocía que “el hombre que carece de lo preciso para alimentar a su familia ve la instrucción de sus hijos como un bien muy remoto, o como un obstáculo para conseguir el sustento diario”. Incluso, señalaba que la educación “no resolvería los problemas del pueblo, si no se atendía antes a la miseria pública”, dejando así en entredicho la tan aceptada idea de que, por sí sola, la educación representará el detonante del bienestar entre los pueblos. Las estadísticas no mienten y nos demuestran otro factor negativo que es determinante en nuestra eterna lucha por elevar la calidad educativa de la escuela pública.

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