No le abra don Agustín

Tuve un amigo, el viejo cascarrabias, que murió hace poco y entre sus cosas, en la casa de él, encontré un libro suyo, de usted, no de él, bueno sí de él porque lo compró, pero de usted: Eros primitivo.

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Don Agustín, me voy a presentar: soy Maralco Custodio. Tuve un amigo, el viejo cascarrabias, que murió hace poco y entre sus cosas, en la casa de él, encontré un libro suyo, de usted, no de él, bueno sí de él porque lo compró, pero de usted: Eros primitivo, y como soy demente cochino, me interesó el tema. Ya sabe usted, eso de Eros siempre mueve la curiosidad de los irredentos gambusinos del amor prohibido. Lo sustraje, pero no lo he leído. Esto nomás para que sepa de dónde viene lo que sigue:

Perdone usted que me meta en sus cosas, en su vida y en sus cuentos –pero no en sus cuentas-. Ya ve usted que aquí en Mérida de todo se entera uno. Dicen que es un pueblo grandote y tienen razón. Y dicen también que somos muy chismosos y también tienen razón.

Resulta que el otro día un amigo de ambos (al que no le gusta el chisme) me contó que el domingo 23 le van a rendir un (bien dicho) merecido homenaje en el Palacio de Bellas Artes por sus 75 años de vida, cosa que a sus amigos –innúmeros, tantos que podríamos llenar dos veces el estadio Azteca y quedar fuera varios miles- nos alegra no sabe usted cuánto.

El otro día también que lo vi desayunando con dos muchachas guapas y un feo aquí en Mérida y me acerqué a saludarlo no recuerdo que me haya hablado de su homenaje, pero sí de sus 75 primeros años –nuestro amigo dice que usted prefiere decir “apenas tres veces veinticinco” y fíjese que no le falta razón y verdad-. También puede decir “siete veces 10 y medio” e imaginarse a siete niños de 10 años y uno de cinco para que vea que no es mucho.

Le voy a informar de algo mi estimado amigo Monsreal: soy fanático de sus relatos en el Facebook, sigo con morbosa fruición sus suspiros por la mujer que no llega y que parece que le sorbió el seso. No sé si alcancé a decírselo aquel día, pero ojalá que no llegue la dama a la que usted espera (y que, según deja entrever, tuvo “algo que ver” con usted, como decimos los chismosos, y le dejó “picado”). 

Mientras no se dé ese encuentro usted nos sigue regalando esos sabrosos reclamos de amor. ¿Se da cuenta del compromiso? Si llega aquélla, no le abra.

Como dicen los huaches: No sea gacho.

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