“El ser o el tener: El dilema

La actitud soberana, la que determina la conducta y perfila la personalidad de los individuos...

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La actitud soberana, la que determina la conducta y perfila la personalidad de los individuos. La misma que rige los destinos de la mente, logra el éxito o el fracaso en los congéneres y convertidos estos en actores sociales, califica la aceptación o el rechazo en una comunidad que cada día asiste a la uniformidad moral de su entorno. Todos estos comportamientos, tiene una procedencia que se genera en la familia y se consolida con la autoridad del estado político o el estado teológico derivado de la religión. (Sobre todo en las sociedades modernas). En ambos estereotipos (Iglesia y estado), la línea rectora, disciplina la vida, desde sus inicios, moldea aparentemente, firmezas en la convicción de la fe, que se convierten – a la sazón- en temores, alegrías ficticias, simulaciones engañosas y mentiras evidentes. 

La otra crisis: la disciplinada, la austera, la bienhechora, la constructora de seres que templan el acero de su alma. La de aquellos que logran superar los traviesos duendes hereditarios de la familia, esa solo se obtiene de la dimensión en el proceso del conocimiento. Su valor es efímero, por no decir ignorado. No la mueve el materialismo pero si se encumbra en la espiritualidad natural del bien terrenal. Lo material, lo envuelve el velo misterioso que asesina con certeza la razón, el espíritu y el pensamiento constructor de bondad que reside en el humanismo. La mentira, la falsedad y la simulación, hoy, son espejos que reflejan una sociedad enferma y deteriorada. Vivimos en una prisa constante de llegar a ninguna parte. Hoy nos vemos de frente con temor y recelo. Existe un velo de agresividad y violencia, que flota en el ambiente. La paz interior, y la armonía del gozo, son recursos que, nos han abandonado. Los pensamientos de retos y transformaciones que primero nos hagan crecer como individuos bien portados a la verdad ha decaído ante la insistencia de lo contrario: el adquirir, el tener, el ejercer poder “para sentirnos vivos”. El miedo languidece con la palabra en tanto la aprovecha para su beneficio reproductor el aparato ideológico del estado o sea: la escuela, la iglesia, los medios de comunicación y obviamente el gobierno para lograr los resultados esperados en una sociedad manipulada.

Son muchos los ejemplos de los tiempos que hoy trascienden: Una publicidad basada en el engaño, un discurso político añejo, trillado y demagógico, el mismo, que cae con una gran carga de molestia o aburrimiento, unos políticos que no pasan la prueba mínima de respetabilidad a la palabra y de solvencia moral a su trayectoria. Unos educadores que aparentan enseñar y unos educandos que aparentan aprender. Hoy las relaciones paternas con los hijos son de miedo o cuando menos de desinterés. Unas leyes que protegen al poderoso y enjuician al débil. Unos maridos que viven con una especie de “segunda madre” .Trabajadores sometidos a la explotación laboral justificando el mísero salario que devengan. Un mercantilismo femenino, sometido a la estética de la belleza física. Un concepto del amor basado en una capa aparencial de natural desinterés, pero sometido a la mojigatería. Unos partidos políticos extraviados de su ideología y ética política, convertidos en agencias de colocación. Una iglesia corrupta de la fe, ante el descubrimiento de situaciones de pedofilia y abusos sexuales que harían temblar al mismísimo infierno. 

Las reflexiones que nos llama a lo anterior, descrito, será que ¿Estamos esperanzados en un verdadero milagro que nos retorne al buen juicio de un plano equilibrado y fructífero de vida? ¿Realmente se nos extravió la razón, la verdad del ser? O ¿El acto sincero de una alegría natural? Como raza humana, a pesar de los avatares y la realidad grotesca que hemos construido ladrillo sobre ladrillo, debemos retornar a nosotros mismos, a partir del entorno interno con un verdadero dialogo con el alma y el espíritu, pero a partir que canjeemos el ¡tener! Por el ¡SER!

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