Los jóvenes olvidados
Candidatos no deben despreciar a un importante segmento de la población.
Enfrascados en conflictos internos para designar a sus candidatos ya con las campañas en puerta, los partidos políticos, coaliciones y candidatos no deben despreciar a un importante segmento de la población con suficiente poder para inclinar la balanza: nuestros jóvenes.
Encuestas serias realizadas entre los jóvenes por diversos organismos especializados en el tema arrojaron interesantes resultado acerca de lo que opinan de los partidos y sus candidatos a punto de saltar a la cancha.
Un porcentaje bastante elevado –más allá del 60 por ciento– señaló que no les interesan las elecciones porque las propuestas son las de siempre, sin que algún político haya hecho un planteamiento serio sobre lo que ellos necesitan en su agenda olvidada.
Después de las votaciones del 1 de julio comprobaremos qué tanto ha cambiado esa opinión de los jóvenes, pero desde ahora se puede asegurar que no hay algún candidato que les llene el ojo y les presente propuestas certeras y viables, sin tanto rollo basura.
Nuestros jóvenes no tienen empatía con los partidos políticos y candidatos; los contemplan como seres acartonados que mienten por deporte y responden a intereses ajenos a sus necesidades, y que al llegar al poder –como siempre ocurre– atenderán sus propios intereses.
¿Cómo creer en los candidatos si muchos adolescentes no encuentran un lugar cuando quieren estudiar su bachillerato, si al salir de una carrera no tienen un trabajo que responda a sus necesidades y perfiles profesionales y otros que ni siquiera pudieron ir a la escuela y se convierten en ninis o en carne de cañón de la delincuencia?
Un fuerte motivo de desencanto para ellos es el salto de otros jóvenes consentidos e hijos de políticos a posiciones burocráticas, sin que cuenten con el perfil para ocupar cargos de primera línea inaccesibles para el común de los jóvenes cuya única posesión valiosa es el voto.
En las próximas elecciones, los candidatos tendrán la gran oportunidad de llegar a los jóvenes a través de las redes sociales, pero deberán ser ingeniosos para hablar en su “idioma”, con mensajes novedosos y este será un gran reto, porque no hemos visto hasta ahora a políticos dispuestos a dejar sus discursos apergaminados y sosos.
Por su edad los adolescentes son muchas veces ingobernables, difíciles de convencer y más cuando tienen una gran desconfianza en partidos y políticos que con el paso de los años han convertido a muchos jóvenes –no a sus consentidos– en los olvidados del poder.