Interesante cartel, con poco qué recordar

Una tarde bonita, soleada, con algo de viento, se lidiaron toros de San Miguel de Mimiahuapan y Begoña, de las mejores ganaderías del campo bravo mexicano.

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Instalados en nuestro burladero de sol, hablemos de toros. Comentaremos algo de lo ocurrido el domingo pasado en la Plaza Mérida.

De entrada, es una pena que tan interesante cartel no haya despertado el interés de la afición yucateca, pero el público es sabio y al final le concedemos la razón, pues en verdad que no ocurrió nada especial para recordar.

Una tarde bonita, soleada, con algo de viento, se lidiaron toros de San Miguel de Mimiahuapan y Begoña, de las mejores ganaderías del campo bravo mexicano; toros bien presentados en general, con edad y trapío, animales como se deben lidiar en una corrida. Cierto es que la edad lleva consigo los problemas, pues es una bestia que ya no se deja engañar como lo haría un novillo, a esos toros primero hay que poderles dominar, enseñarles quién manda para luego pararse, mandar y ligar los pases que, por cierto, no serán muchos, pero eso sí, de mucho mérito y estoy seguro que contará con el reconocimiento del público.

Eulalio López “Zotoluco” fue el único que pudo con los astados. Me gustó sobre toda lo hecho al primero, un bonito toro, con edad y trapío pero manso y descastado. Lo buscó y lo metió en su muleta y le recetó algunos pases, todos con mucho mérito. También el verlo en su papel de director de lidia, bregando y dirigiendo la lidia del sexto, que correspondió a Arturo Saldívar, inclusive tapando a un banderillero que se disponía a colocar un par (Ermir Puc Pech), subalterno yucateco que actuaba como aspirante, no te desanimes torero y echar la pata pa’adelante.

Juan Pablo Sánchez, a pesar de cortar una oreja, creo que dejó mucho por hacer, sobretodo en el quinto de la tarde, que se fue con muchos muletazos dentro.

Saldívar simplemente no pudo con sus toros. El público le gritó de todo y el muchacho tuvo que aguantar la fenomenal bronca que se le vino encima y, para colmo, se eternizó con la espada.

En pasajes como este me viene a la memoria una anécdota, que se le atribuye a Lorenzo Garza “El Ave de las Tempestades”. El torero sorteó un toro que en el ruedo le movió las orejas y el maestro no quiso ni verlo, se metió en el burladero y nadie fue capaz de sacarlo para ir a lidiar al toro y darle muerte. Se negó y fue a parar a la cárcel. Ya más calmado y fuera de las rejas, se le preguntó por qué lo hizo y dijo: “Prefiero ir a la cárcel y que el público diga que no quise, a que digan que no pude”. Pero esos eran toreros de otra época, gente de otra clase.

Regresando con la fiesta del domingo pasado, buenos pares de banderillas de Gustavo Campos, al quinto, buen puyazo de Carlos Domínguez al que cerró plaza, mucha gente en el ruedo y muchos toreando desde el callejón; los subalternos de la cuadrilla deben ser 3 y no 2, como se acostumbra en esta plaza y deben lidiar en el ruedo, los que no están actuando deberían estar pegados a la contrabarrera y no en la barrera ni ocupando las troneras de los burladeros, no les está permitido dar de vueltas al toro y menos pisarle el rabo para evitar que se levante, como ocurrió en el sexto. Por una fiesta de toros y sólo toros.

Por una fiesta de toros y sólo toros.

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