¿Intolerante yo?

El llanto es la única herramienta que tiene un bebé para hacernos saber que necesita algo. Es su arma de supervivencia, es su llamado para movilizarnos a algo.

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Estoy con mi hijo menor de un año en alguna cafetería de la ciudad. Todo el mundo tiene una bebida en las manos mientras las conversaciones avanzan, algunos ríen a carcajadas, otros trabajan y unos cuantos leen las pantallas de sus computadoras. Los baristas gritan desde la barra que las bebidas están listas. Hay ruido, bastante. A éste se suma el llanto a todo pulmón de Sebastián. Miro el reloj y sé que tiene hambre. 

Me siento observada, los que están a mi alrededor me clavan sus miradas. Los susodichos se ven incómodos, creo saber lo que están pensando. En sus rostros autoritarios leo: “Calla a tu hijo”. Enseguida tomo el control de la situación, con biberón y bebé en brazos, pienso que no es la primera vez ni el único lugar donde he pasado por algo similar. 

La inmediatez es una de las características del llanto infantil que asombra y molesta a algunas personas. ¡Pero qué falta de empatía! No me había dado cuenta de cómo podemos reaccionar por intolerancia, molestia o algo más.

En un estudio publicado en la revista The Journal of Social, Evolutionary and Cultural Psychology se concluye que los humanos toleramos más el ruido de un martillo o el motor de un avión en pleno vuelo, que los ruidos de bebés, en especial del llanto de los más pequeños.

El llanto de nada serviría si la madre no estuviera también genéticamente preparada para responder a él. El llanto de un niño es uno de los sonidos que provocan las reacciones más intensas en un adulto. Mamá, papá e incluso extraños se sienten conmovidos, preocupados, angustiados; sienten el inmediato deseo de hacer algo para que pare. Darle de comer, pasearlo, cambiarle el pañal, cargarlo, ponerle ropa, quitarle ropa; lo que sea, ¡pero que se calle!

He oído llorar a bebés antes y después de ser mamá.  Cabe decir que tengo bastante suerte para que me toque asiento de avión o autobús muy cerca de niños. Nunca falta el que patea el asiento, el que grita, juega o, peor aún, el que llora durante todo el recorrido. Hoy puedo ver esto con un poco más de empatía que antes. 

Todo esto es tan humano como comprender que el llanto es la única herramienta que tiene un bebé para hacernos saber que necesita algo. Es su arma de supervivencia, es su llamado para movilizarnos a algo. Que no se nos olvide que alguna vez también fuimos niños.

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