Irán y Trump, cara a cara

Los pueblos no son sabios, tampoco estúpidos, simplemente son personas...

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Los pueblos no son sabios (mucho menos para opinar de aeropuertos, pero ese es otro tema), tampoco estúpidos, simplemente son personas, llenas de defectos y con todas las dolencias psicológicas de cada individuo.

Los mismos síndromes de dependencia, maltrato, resignación y sadismo que padecen los humanos, también los padecen las sociedades en conjunto. Los grandes líderes o movimiento sociales han sabido manejar de manera apropiada la psicología de las masas para lograr lo que se proponen.

Eso no deja fuera a naciones como Irán, su población en conjunto no vive en la tristeza a pesar de la falta de derechos civiles y del medievalismo de las leyes que imponen los Ayatollah.

 Los iraníes sufren una especie de Síndrome de Estocolmo donde los cautivos se identifican con sus carceleros y la imagen de opresores se deforma enfermizamente en una forma de paternalismo severo que hipnotiza y subyuga.

Los rusos fueron en masa al entierro de Stalin a pesar de que exterminó a 17 millones de ellos y nunca se sintieron como sus oprimidos sino como los afortunados que no fueron víctimas de su justa ira, eso explica la aprobación de más del 60% de los rusos hoy en día a la figura del genocida de Georgia mientras los hipnotiza desde el Kremlin, el nieto de su cocinero personal.

 La población iraní no ve con la mirada de la razón a sus opresores ni se sienten asfixiados por las leyes de la Sharia. Toda esa aberración de dominador-dominado va aderezada de la influencia subyugante del islamismo extremo que lo hace aún más complejo y raro a nuestros ojos.

La necesidad de Irán de tener armas nucleares no obedece a ningún objetivo de subsistencia real, nadie va a invadir Irán ni ahora ni nunca.

Si no lo hacen con Venezuela que queda a la vuelta de la esquina y rodeados de naciones que los detestan, menos lo van a hacer con un país musulmán rodeado de países musulmanes.

Su decisión es meramente estratégica para llevar acabo amenazas sobre sus enemigos más cercanos como muchas naciones árabes y el villano favorito: Israel.

Irán ha convertido la existencia de Israel en una especie de cruzada que ignora el hecho inevitable de que la nación hebrea existe y es un país libre, pujante y con millones de habitantes.

Israel nunca va a desaparecer, pretenderlo es infantil por no decir: cruel.

De ahí que evitar que armas nucleares caigan en manos de personas que son capaces de colgar en público a muchachitos de 15 años por homosexualidad sea una misión mundial de paz.

El tratado que firmó la administración de Obama con Teherán no garantizaba de ninguna manera al 100% el cese de la carrera nuclear de Irán, sólo lo ralentizaba, pero es mejor que nada.

Ahora con la retirada unilateral de Estados Unidos del tratado se lleva a cabo una maniobra que desde un punto de vista simple es muy justa: Irán no cumplía el tratado y seguía llevando a cabo maniobras para incrementar su capacidad nuclear; pero desde el punto de vista diplomático es un desastre pues los deja a sus anchas para hacer cualquier cosa.

Entendámoslo: a los Ayatollah no les importa inmolarse y mucho menos su propia gente y ahora parece que a Trump tampoco.

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