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Las portadas de los libros son umbrales abiertos...

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Por lo general, cuando leemos lo hacemos en soledad, nos apartamos un poco del bullicio, por lo menos mentalmente, ya no estamos donde nuestro cuerpo sino donde las letras nos llevan. Nos involucramos en otro presente, y como sabemos que es imposible intervenir en la historia narrada, nos concentramos en observar, en escuchar atentamente a los personajes. 

Las portadas de los libros son umbrales abiertos que nos invitan a cruzar a otro universo. 

En esta ocasión es la fotografía de una niña en cuclillas, con los pies y las manos levemente hundidos en la arena mojada, de cabello largo, un poco revuelto y tieso por la brisa, con la mirada fija en quien captura la imagen, la que nos atrae al interior de un mundo donde sólo podemos ser espectadores.

Publicado por Alfaguara en 2004, el título del libro de Santiago Roncagliolo es Pudor. Antes de iniciar la novela aparece la definición de la palabra que da nombre a la obra:
Honestidad, modestia, recato.

Desus. Mal olor, hedor.

Cada capítulo es una ventana a un personaje, uno a uno vamos acompañando a los miembros de una familia de seis (mascota incluida) en su devenir diario.

Un niño que ve fantasmas sin asustarse, una adolescente incómoda en su cuerpo de niña, el abuelo recién enviudado, un hombre que vive con los días contados, una mujer que deja de ser invisible, un gato dominado por sus instintos. Cada uno es una isla que está a punto de hundirse en sus propios deseos ahogados en la rutina, en el silencio, en la imposibilidad de ser.

Al igual que hacemos con los personajes de cualquier libro sería conveniente escuchar a nuestros amigos y familiares como si los estuviésemos leyendo: concentrándonos en lo que nos dicen, dejando a un lado prejuicios o expectativas, sin intervenir, quizá así podríamos comprenderlos mejor. Al fin y al cabo la vida nunca se escribe en coautoría.

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