La casa de todos

Los mexicanos se niegan a comprender su ubicación y responsabilidad en la República -en la acepción acuñada durante la Revolución francesa- y en el mundo...

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Los mexicanos se niegan a comprender su ubicación y responsabilidad en la República -en la acepción acuñada durante la Revolución francesa- y en el mundo, pero las causantes del período de negación en que está sumida la sociedad son las autoridades federales y, principalmente, los mega millonarios que, a pesar de su dinero, disfrutan de la suciedad moral de la violencia.

Decidieron olvidar que la nación, la patria, es la casa de todos, y atañe a todos su limpieza ética y moral, su pulcritud física, la seguridad pública, vencida por las complicidades y la impunidad que facilita los actos de corrupción, el saqueo, el pillaje, el cerrar los ojos ante tanta atrocidad y porquería.

Hay, en la situación actual que padecen los mexicanos, dos niveles de sobrevivencia. El de la mayoría, acosada por el hambre, el desempleo, el miedo a la posibilidad de convertirse en víctima de la violencia, la ingenuidad de la ignorancia, la insatisfacción cotidiana de necesidades básicas, pero también con la oportunidad abierta de disfrutar de libertades elementales, como la intimidad y el sexo, aunque la posibilidad de elección esté permanentemente acotada por los menguados recursos económicos, llave maestra que garantiza la permanencia de la informalidad, pese a los esfuerzos y estadísticas de las autoridades hacendarias.

Enfrente, la minoría, muy reducida si se determina el porcentaje de entre 120 millones de mexicanos. Esos pocos que tienen abierta al infinito la capacidad de elección, sustentada en las enormes fortunas que les dan aliento para levantarse todas las mañanas, predispuestos a entregar su libertad a los servicios de seguridad que los protegen las 24 horas del día.

Libertad que ha de compartirse a los ojos y oídos del servicio doméstico y de los responsables de su seguridad física, personal, porque serán ellos quienes estén atentos a los flatos y las enfermedades, a las discusiones familiares y sus secuelas, a las causales de divorcio, a los comentarios sarcásticos sobre la satisfacción o insatisfacción sexual, a las traiciones y los amasiatos, a la identidad de los cómplices y los socios, a las cifras de lo que les cuesta mantener una imagen de libertad incomparable con la que viven quienes pueden pedorrearse a cualquier hora del día y en todo lugar, porque no hay una sombra detrás de ellos.

Sí, México es la casa de todos, pero unos cuantos se han mostrado dispuestos a convertirla en chiquero, donde la inseguridad es reina, y quienes tienen el poder económico y político carecen de la libertad de echarse un flato sin rubor.

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