Las cifras de la muerte

¿Deben establecerse analogías entre la violencia colombiana, que lleva décadas, y la que padecen los mexicanos?...

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¿Deben establecerse analogías entre la violencia colombiana, que lleva décadas, y la que padecen los mexicanos? Produce vértigo sospechar, enterarse que México puede estar entre los países más cruentos del mundo.

Sobre el saldo duro de la guerra civil vivida en Colombia, que arroja 220 mil muertes, 25 mil desaparecidos y seis millones de desplazados, están las consecuencias sociales, sicológicas, económicas, anímicas que se convirtieron en lastre para el desarrollo de esa nación sudamericana, usada para garantizar el abasto de estupefacientes -sobre todo cocaína- a Estados Unidos, así como la hipocresía de simular un combate violento contra los barones de la droga, que la DEA es experta en escenificar.

Las laceraciones del tejido social en Colombia son muchas e irreparables; sus consecuencias son crueles, como lo muestran su literatura y sus telenovelas. La virgen de los sicarios es un curso introductorio para lo que después sucedería en México, donde los niños son usado como halcones y/o mulas, donde la pederastia y el turismo sexual son una realidad tan denunciada por Lydia Cacho, que los medios y los mexicanos parecen haberse acostumbrado a vivir en medio de esa podredumbre, porque las autoridades y la sociedad simulan no saber nada de ese flagelo social.

¿Qué pueden asombrarnos las fosas clandestinas y las huellas de tortura y manera de morir que los médicos forenses encontraron entre sus moradores? Allí yacieron los cuerpos de los que murieron a tubazos, los que fallecieron por garrote vil, o por balas, o incinerados vivos, o porque tuvieron la pésima suerte de encontrarse frente a un grupo de sicópatas, o porque así lo determinó la política migratoria estadounidense que se aplica en México y con anuencia de los mexicanos.

¿A quién le importan las cifras? Están distorsionadas, nadie las proporciona ni las hace oficiales, y aquí nadie se refiere a los desplazados por la guerra contra los barones de la droga declarada por Felipe Calderón Hinojosa, conflicto bélico que con el paso de los días, las semanas, los meses se transformó en una guerra civil que nadie se muestra capaz de detener.

Conflicto de territorios ocupados por los diversos cárteles. Tierras donde son señores de horca y cuchillo, poblaciones donde la autoridad legítima no tiene cabida.

Muchos mexicanos viven así una vida que no es vida, lacerada por las palabras de los políticos, golpeada por la realidad de una guerra sin cuartel, que puede hacer que desaparezcan 43 estudiantes normalistas como por arte de magia, para que la averiguación previa permanezca abierta por la eternidad. 

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