Las locas y locos que han ejercido el poder

Desde los inicios de la humanidad han existido algunos hombres y mujeres que han gobernado una tribu, una comarca, una provincia, un reino o -peor aún- un país democrático...

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Desde los inicios de la humanidad han existido algunos hombres y mujeres que han gobernado una tribu, una comarca, una provincia, un reino o -peor aún- un país democrático, sin que estén plenamente cuerdos o libres de enfermedades mentales. Desde que la Historia empezó a documentarse, ésta da cuenta de seres demenciales, terribles y violentos que han cometido atrocidades y crímenes, inclusive de lesa humanidad. 

Dicen que de poetas y locos todos llevamos un poco; pero hay grados que marcan un límite. Desafortunadamente no es un requisito que la autoridad electoral corrobore y tome en cuenta al momento de otorgar el registro a los candidatos a un cargo de elección popular. Peor aún, hay masas de votantes que a sabiendas de la enfermedad demencial visible del candidato, empatizan con su locura y lo elevan al poder. Por eso – ciertamente- se ha afirmado que los pueblos tienen los gobernantes que se merecen…

El desconocimiento de la Historia universal propicia que la ignorancia de los votantes les lleve a tropezar nuevamente con la misma piedra. Se debe tener al menos un mínimo de recuerdo del daño que le han hecho a sus gobernados mujeres y hombres como el Sultán Ibrahim I, quien Cuando oyó el rumor de que sus concubinas estaban comprometidas por otro hombre, ahogó a 280 miembros de su harén en el mar Bósforo, o el emperador romano Calígula, a quienes los historiadores de su época describieron como un hombre profundamente desequilibrado, a tal grado que el filósofo Séneca dijo que “con tan sólo mirarlo, uno se daba cuenta de que estaba loco”. El Emperador afirmaba que era el mismo Júpiter, razón por la cual blandía un rayo y hacía que su hija Julia Drusila se sentara en el regazo de la estatua de dicho dios en el monte Capitolino de Roma. Asimismo, mandaba flagelar o incluso matar a cualquiera que osara interrumpir la actuación del actor Mnester, su amante favorito, y colmaba de regalos y atenciones –la leyenda 
dice que hasta lo nombró senador vitalicio– a su caballo Incitatus. Se cuenta que disfrutaba mascando los testículos de las víctimas, sin arrancarlos, mientras estaban contenidos, boca abajo, delante de él. 

El castigo para un hombre que lo insultó fue que toda su familia fuera ejecutada públicamente, uno tras otro, delante de una multitud

Un paranoico gobernó Rusia entre 1530 y 1584.  Conocido como Iván El Terrible, quien tuvo una infancia que fue marcada por la pérdida de sus padres y de abuso por parte de la élite de gobierno. En 1544, cuando Iván tenía catorce años, tomó el control de Rusia arrojando las cabezas de los que conformaban el gobierno para alimentar a una jauría de perros. No obstante que creó leyes que fueron dirigidas hacia la igualdad de clases, cuando empezó a masacrar a su pueblo quedo de manifiesto que era peligrosamente loco. Iván IV, El Terrible, fue también culpable de matar a su mayor y más querido hijo con sus propias manos.

Roma tuvo su Nerón. En el verano del año 64 de nuestra era se inició un gran incendio en la capital del Imperio y que según los historiadores duró seis días y al séptimo fue controlado. Historiadores posteriores como Suetonio y Dión Casio cuentan que mientras Roma ardía, Nerón cantó, vestido para la ocasión, el Iliou persis (el Saqueo de Troya). Sin embargo, según Tácito, Nerón se encontraba en Antium en el momento del incendio, y además afirma que el que Nerón tocara la lira   y cantara mientras la ciudad ardía había sido un rumor. Sea como fuere, la imaginería popular tradicionalmente ha representado a Nerón como un loco tocando la lira mientras Roma ardía. Esa imagen captada en pinturas, después en caricaturas y ahora en los tradicionales “memes”, se han convertido en una especie de ícono de la locura de los hombres y mujeres del poder.

Latinoamérica ha tenido varios locos en el poder, que una vez perpetuados en el mando han convertido las democracias frágiles en dictaduras violentas. El dominicano Rafael Léonidas Trujillo fue uno de ellos. Gobernó con mano dura desde 1930 hasta su asesinato en 1961.Su gobierno fue el responsable de la muerte de más de cincuenta mil personas. Trujillo Tenia más de 20 mil trajes y más de 10 mil corbatas. Él se creía un dios, y ordenó que las iglesias de su país colocaran un cartel que decía "Dios en el cielo Trujillo en la tierra". Durante su mandato, la capital de la República Dominicana, Santo Domingo, cambió a capricho del reyezuelo su nombre por el de “Ciudad Trujillo”, lo que indicaba el grado de egocentrismo del dictador. Por cierto hay una novela del escritor Mario Vargas Llosa, titulada “La Fiesta del Chivo”, en la que se narra las excentricidades y atrocidades de este individuo.

Reinas pero locas 

También han existido mujeres deschavetadas en el ejercicio del poder. Entre ellas quizá la más nombrada (posiblemente por su apodo) fue Juana la Loca, quien experimentaba un miedo irracional a que su esposo la engañara. Incluso después de muerto no permitía que las mujeres se acercaran a su cadáver, aunque fueran monjas. Su esposo era tan hermoso que se enamoró profundamente de él, algo que no solía pasar en parejas de reyes. Luego de muerto siguió abriendo su ataúd para verlo e incluso besarlo, aunque pasaran los años y estuviera descomponiéndose.

Anna, emperatriz de Rusia, no nació para ser reina, sino que fue puesta en el trono por el Consejo de ese país. Pensaron que podrían controlarla como si fuera una marioneta, pero finalmente hizo lo que le pareció. Por ejemplo, atormentó a todos los aristócratas y casó a una pareja por su voluntad, vistiendo a todos de payasos para la boda y creando un palacio de hielo para la ocasión, en pleno invierno con temperaturas gélidas. 

Hitler el más terrible

De Calígula a Hitler, hay una larga lista de mandatarios locos, desequilibrados o psicópatas. Los manuales psiquiátricos subrayan que los psicópatas pueden ser, además de violentos y despiadados, muy ambiciosos. Por eso, Adolfo Hitler (1889-1945) además de ser un sicópata, lo fue también un megalómano enfermizo: provocó una masacre global que cobró diecisiete millones de vidas en Europa y el mundo entero. 

Qué es la megalomanía

Megalomanía, según Wikipedia, es un estado psicopatológico caracterizado por los delirios de grandeza, poder, riqueza u omnipotencia. A menudo el término se asocia a una obsesión compulsiva por tener el control. La palabra deriva de dos raíces griegas, manía (obsesión) y megas (grande). A veces es un síntoma de desórdenes psicológicos como el complejo de superioridad o la compulsión eufórica, donde el sujeto aquejado de esta perturbación tiende a ver situaciones que no existen, o a imaginarlas de una forma tal que sólo él termina creyendo. Las puede emplear para manipular sentimientos y situaciones de cualquier tipo. Es un mal estudiado por los especialistas desde tiempos muy remotos. Los ejemplos más comunes son de emperadores, monarcas y dictadores.

Destituido por el Congreso de su país “por incapacidad mental”.

Abdalá Bucaram, un ecuatoriano de origen libanés, llegó a ser presidente de su país tras ganar las elecciones en 1996, pero tras un notorio estado de ineptitud y según sus detractores, escaso de cordura mental, fue destituido el Congreso tras menos de seis meses de ejercer el poder. Aun cuando su destitución representó para sus partidarios “una destitución ilegal”, la mayoría de los congresistas que votaron su despido fincaron su acto de autoridad en “incapacidad mental para gobernar” (textual). En medio de una crisis severa de corrupción al interior de su gobierno, Buckaram, quien además era cantante aficionado, estaba más dedicado a la grabación y promoción de su disco que a atender las demandas de sus gobernados. En su brevísimo mandato encrespó a la nación con el incumplimiento de sus promesas electorales populistas, su nepotismo en el Gobierno y su excéntrica y turbulenta personalidad. 

Sin duda alguna los gobernantes más peligrosos han sido los que luego se trasformaron en genocidas. Y la historia guarda muchos nombres. Yakubu Gowon (Nigeria, 1934) con un millón cien mil muertes; Mengistu Haile Mariam (Etiopía, 1937) un millón quinientos mil muertos; Ismail Enver Pasha (Imperio Otomano 1881-1922) con dos millones quinientos mil muertos; Hitler, diecisiete millones y José Stalin, veintitrés millones, entre otros.

La humanidad no aprende la lección

Pareciera que los votantes de algunos países – incluyendo desde luego al país más poderoso y “democrático” del mundo, no conocen los ejemplos trágicos que la Historia universal nos ofrece al elevar al poder a personajes de dudosa cabalidad mental, o -pudiera ser- que conociéndola, son las sociedades modernas las que están afectadas de alguna enfermedad viral que las hace querer repetir las barbaridades de los que no tienen claridad mental al momento de la toma de decisiones. El gobierno de Donald Trump – sin duda alguna- quedará inscrito en los anales de la Historia, esperando que no sea únicamente en el espacio que le corresponde a las locas y locos que han gobernado en el planeta; porque entonces Calígula, Nerón, Leónidas Trujillo y otros, podrían parecer un terrón de azúcar a su lado. 

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