Los periodistas

Somos un mal necesario, cuando criticamos generamos una obvia molestia en las personas que son señaladas...

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Somos un mal necesario, cuando criticamos generamos una obvia molestia en las personas que son señaladas, y si al contrario, hacemos un reconocimiento público de algún personaje que lo merece por su aportación positiva a la sociedad, nosotros mismos solemos ser víctimas de la maledicencia.

A veces quisieran que no existiéramos pero por otro lado, nos buscan cuando necesitan que la ciudadanía conozca alguna acción de beneficio social y ahí es cuando somos los bien queridos. Esa es la vida de un periodista, de ese personaje que es bien y mal visto al mismo tiempo, pero ello es porque plasmamos el pensamiento humano que es igual de contradictorio y complejo.

Y es que la vida no puede ser en blanco y negro, tiene muchos matices, los periodistas igualmente tenemos intereses, aunque a muchos colegas les provoque urticaria reconocerlo, pero no somos santos ni demonios, simplemente personas de carne y hueso.

El mayor reconocimiento que recibimos es del público, pero aun así, el mismo conglomerado social que un día nos apoya, al siguiente es capaz de denostarnos sin mayores miramientos.

Eso ocurre con mayor regularidad en los tiempos actuales debido a las redes sociales, donde todos opinan, critican, destruyen honras o elevan a los altares a personajes impresentables.

Se hacen leyes para protegernos, pero como sucedía en otros tiempos no muy lejanos, las mismas llevaban el germen de la intolerancia hacia el trabajo periodístico, porque, como se ha demostrado, el gobierno necesitaba nuestro silencio o complicidad para operar a su antojo el monumental saqueo de Quintana Roo.

No sólo los periodistas, la misma sociedad quintanarroense agraviada no quiere que tiempos donde la intolerancia y la impunidad eran moneda de cambio en el gobierno tengan una reedición, como si se tratara de la segunda parte de una película de horror.

Nuestra obligación ética y profesional es ventilar los actos de quienes abusan de su poder para lastimar a la sociedad; ello conlleva riesgos, pero los entendemos como parte del ejercicio periodístico que debe practicarse si en verdad estamos comprometidos con la verdad, esa que también suele ser muy subjetiva.

Pero como periodistas no nos gusta ser protagonistas de nuestra propia historia, sino ser el canal de comunicación para dar a conocer los alcances de alguna determinación que para bien o para mal, tendrá siempre alguna repercusión social.

A quienes piensan que los periodistas no deberíamos existir, les diríamos: cuando el que ejerce el poder lo hace con honestidad, compromiso y respetando las leyes, no hay poder humano que pueda contra eso. Porque la verdad, esa sí comprobable, tarde o temprano hace su aparición y la historia pone a cada quien en el lugar que le corresponde.

No somos amigos ni enemigos de los poderosos, queremos contribuir a construir una mejor sociedad, donde todos quienes la integramos podamos alzar la voz sin temor a represalias del poderoso en turno.

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